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Los de abajo

Antonio Gritón Ortiz, un artista más que irreverente

S

e fue Antonio Gritón Ortiz, el pintor comprometido, el activista irreverente, el compañero de las mejores causas, el que junto con sus colegas Gabriel Macotela y Demián Flores acudió a Palacio Nacional con un gigante Benito Juárez hecho de cartón a pedir audiencia para el Benemérito de las Américas. Pero apúntele ahí, es el señor Juárez, que quede escrito que está solicitando pasar, le explicaba en tono serio al guardia de la puerta presidencial, que asistía entre nervioso y enojado, mientras el resto contenía la risa. Ingenio nunca le faltó, ni talento ni generosidad para acompañar con su arte, su presencia, su música y su humor a los movimientos sociales durante al menos la mitad de un siglo.

En los 70, el músico griego Iannis Xenakis le rompió la cabeza al joven estudiante de física. Luego acabaría de voltearle su mundo el libro Helo aquí que viene saltando por las montañas, que se encontró de manera providencial en una librería. De ahí abandonó la ciencia e inició la travesía de la pintura. Y posteriormente, por qué no, a la música junto a su compañera Adriana.

La Antena para cambiar el mundo, una de sus creaciones con mayor número de instalaciones, fue colocada para despedirlo. Un micromundo del Gritón se recreó en la funeraria. Carteles por Palestina, la bandera rojinegra del Ejército Zapatista de Liberación Nacional (EZLN), de quien estuvo cerca desde el inicio del levantamiento; listones y telas con flores de colores, como las de sus camisas llenas de girasoles, pájaros y figuras abstractas.

La música y la poesía inundaron el espacio en el que su hijo Silvestre se despide una y otra vez de él. Viví como quise. Me divertí mucho. Hice lo que me dio la gana, le dijo hace apenas dos meses, cuando apareció el fulminante cáncer. Y lo que le dio la gana fue la pintura, la alegría, el activismo, la gestión cultural, y ayudar a quien se lo pidiera. “Parecía la madre Teresa versión mexicana –dice Silvestre–, siempre viendo cómo apoyar para que los demás cumplieran sus sueños”.

¿Cómo estamos? se preguntan en coro a su alrededor, para responderse, también en coro, ¡Súper bien!, como solía responder Gritón, antes de despedirse con un súper abrazo.

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