Opinión
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Naqoyqatsi
D

urante la semana que termina, estuve involucrado de cerca por razones profesionales (cinematográficas, que no musicales) en la gozosa revisión de las películas de la ambiciosa, fascinante e hipnótica trilogía Qatsi, de Godfrey Reggio y Philip Glass. En el ya lejano octubre de 1993 di noticia en estas páginas de una potente e inolvidable sesión musical, realizada en el teatro Julio Castillo, en la que se proyectaron los dos primeros filmes de la serie, Koyaanisqatsi (1983) y Powaqqatsi (1988), con la ejecución de la música en vivo a cargo del Ensamble Philip Glass dirigido por Michael Riesman. Para no redundar, esbozo aquí algunas ideas sobre la partitura que Glass compuso (también) para la tercera película de la serie, Naqoyqatsi (2002)

Un elemento importante de este soundtrack es que, a diferencia de los dos anteriores, contempla la participación destacada de un solista, que es el gran violoncellista de origen chino Yo-Yo Ma. Desde el primer acorde y el primer arpegio, se percibe de inmediato el estilo inconfundible del compositor, ese sonido Glass que a tantos nos fascina y que a tantos otros enfurece. Más temprano que en las dos películas anteriores, se escucha la voz, también inconfundible, del bajo profundo Albert de Ruiter, repitiendo como un mantra el título del filme. En lo general se trata de un score cinematográfico que tiene más tracks contemplativos de lo que pudiera esperarse considerando el tema central que aborda Reggio en Naqoyqatsi, prueba de que el contraste y el choque entre música e imagen que preconizaba Sergei Eisenstein sigue estando muy vigente. Ello no impide a Glass soltar las riendas al tempo y al compás cuando Reggio desata lo esencial de su guerra de imágenes. A diferencia del espléndido soundtrack que compuso Glass para Powaqqatsi, no hay aquí estilizadas referencias a diversas músicas del mundo, sino un discurso más abstracto, si bien en el track titulado Religión en el cedé correspondiente hay claras referencias, a través de los teclados de percusión, a la evocativa música que Glass compuso entre 1993 y 1999 para el ballet Aguas da Amazonia, grabada subsecuentemente por el grupo brasileño Uakti. En contraste con las bandas sonoras de Koyaanisqatsi y Powaqqatsi, que contienen importantes y expresivas partes corales, en Naqoyqatsi la presencia vocal humana está señalada apenas por la presencia de una solitaria voz femenina (de la mezzosoprano Alessandra Montano) en Tiempo intensivo que vocaliza una nostálgica melodía, y unos cuantos compases vocales en el track titulado A quemarropa. Por lo demás, la música de Glass para el tercer filme de la trilogía Qatsi es abundante en los pulsos insistentes (regulares o no) típicos de su lenguaje, y en una armonía tonal que en momentos clave presenta inesperadas modulaciones.

Y he aquí un detalle significativo para el resultado final de este soundtrack: en los créditos finales aparecen varios de los sospechosos usuales, encabezados por Kurt Munkacsi, productor musical, y el ya mencionado Michel Riesman, director musical del Ensamble Philip Glass, ambos con una muy larga y fructífera trayectoria de colaboración con el músico de Baltimore. Y en el ensamble mismo aparecen los nombres, ya legendarios, de algunos de sus miembros más destacados, también con sólidas participaciones en numerosos proyectos de Glass: Lisa Bielawa, Jon Gibson, Richard Peck, Andrew Sterman, Eleanor Sandresky. Más aún: en la orquesta que refuerza el ensamble hay varios músicos que también participaron en la grabación de las músicas de Koyaanisqatsi y Powaqqatsi. Por cierto: el título de la película, Naqoyqatsi es, como los títulos de las otras dos, un constructo derivado de la lengua hopi, que significa la vida como guerra.

Una observación postrera y crepuscular para paliar la inquietud de los puristas: en el primer párrafo de este texto escribí que las películas de la trilogía son de Godfrey Reggio y Philip Glass, y sostengo lo escrito. Los tres filmes resultaron de una estrecha colaboración entre ambos, a través de la cual resultó que la música de Glass fue determinada por las imágenes e ideas de Reggio tanto como el montaje de éstas fue definido por la música que aquel iba componiendo. Exitosa simbiosis artística, sin duda.