Opinión
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¿El mejor gobierno de Jalisco?
C

larito lo dijo Enrique Alfaro Ramírez, varias veces y con todas sus letras: su gobierno iba a ser el mejor gobierno de Jalisco de todos los tiempos. Ni más ni menos se presentaba como una suerte de padre de la patria chica. Nada de lo que había acontecido antes resultaría comparable con lo suyo…

Entre sus ideas geniales destacaba la de que iba a refundar Jalisco, y tantas y tantas cosas más. La verdad es que nunca entendimos cómo podía hacerse esto y no dejó de inquietarnos hasta dónde podía llegar un hombre tan visionario…

Faltan pocos días para que se vaya a Madrid y parapetarse precisamente en el pomadoso barrio de Salamanca, donde se encuentran ya una cauda de mexicanos que medraron a manos llenas de su encargo político y no se sienten seguros en su propia tierra.

De cualquier manera allá tampoco pueden prescindir de guaruras, pues ya se han topado con mexicanos que los han increpado e incluso intentado agredir.

Alfaro no tendrá pendiente, pues lo mismo que lo fue su señor padre, sabe defenderse y atacar, pero sí tendrá que soportar a más de un jalisciense que lo confronte, aunque sea de lejos…

Cabe dejar claro que la opinión general es que su gobierno ha sido uno de los peores de los últimos decenios, equiparable a los de Bebeto y Emilio, que ya es mucho decir.

Poco a poco iremos analizando los desfiguros, pero, de momento, no puede soslayarse la inseguridad, el desgarriate del tráfico vehicular en el área metropolitana de Guadalajara y una que otra ciudad menor. En este sentido puede decirse que no se sabe en qué se gastó el dinero, pues lo cierto es que quienes requieren de ir de un lado a otro para atender sus obligaciones, viven el peor calvario de toda la historia, de la que este gobernador formará parte como uno de los peorcitos.

También destaca en su curriculum gubernamental, entre una cauda de dagas, que su gente tuvo a bien realizar la única manifestación que se ha producido en el mundo para impedir que la gente pudiera asistir a una feria del libro.

Tuvo dos efemérides importantes por celebrar: el Bicentenario de la Consumación de la Independencia de nuestro país, para lo cual formó una comisión que no sirvió absolutamente para nada. Qué comparación con las fiestas que hizo Porfirio Díaz para el Centenario de la Proclamación y el de la Consumación, ya cuando se comenzaba a recuperar el país de la Revolución.

En el caso de Jalisco, todavía recuerdo la celebración del sesquicentenario de su natalicio (hace cincuenta años) con una serie de actividades indelebles.

El mismo dúo dinámico, asaz inútil, que no hizo nada para la primera celebración, reafirmó su inutilidad en este año de 2024, y el gobernador quedó impávido. De no ser por el esfuerzo particular del secretario de Gobierno, haciendo lo que no le correspondía, no habría quedado huella alguna de tal sexenio. Su libro sobre el nacimiento de Jalisco palió el desaguisado.

También habrá de tener presente lo que podría definirse como la última y nos vamos: al tres para las doce, haciéndole un triste favor a su sucesor –que lo es contra su voluntad–: decidió lanzar la iniciativa de salirse del pacto federal. De no ser porque lo trató de hacer en serio, podríamos asegurar que era una excelente iniciativa para celebrar el Día de los Santos Inocentes.

Bien cierto es que no hay mal que dure 100 años, pero sí es el caso de que los hay a veces, unos que tienen un larguísimo sexenio de duración.