n las últimas semanas he tenido el privilegio de participar como único representante de México en tres eventos internacionales de gran trascendencia para el movimiento obrero mundial. Primero, en la vigésimo primera Reunión del Consejo Mundial de la Internacional de la Construcción y la Madera (ICM) en Ginebra, Suiza, de la cual hablé en mi artículo anterior; después, en el Congreso Internacional del Trabajo, en Madrid, España, y posteriormente, en el Comité Ejecutivo Mundial de IndustriALL Global Union, en Estambul, Turquía, del cual formo parte. Estos encuentros reafirmaron la importancia de la solidaridad global, dejando claro el papel crucial que la clase trabajadora de México puede y debe tener en la defensa de los derechos humanos y laborales y en la consolidación de una política laboral integral, progresista y moderna.
En Madrid fui invitado por la vicepresidenta y ministra de Trabajo, Yolanda Díaz, para ser parte del esfuerzo colectivo en la firma de la Carta Global de Derechos Laborales: un compromiso por construir un movimiento obrero progresista, democrático y justo, que enfrente los desafíos del siglo XXI. Este espacio permitió el intercambio de ideas y perspectivas entre líderes sindicales, expertos y representantes de diversas naciones, subrayando la urgencia de fortalecer nuestras alianzas globales. Desde la reducción de la jornada laboral hasta la regulación del trabajo en plataformas digitales, los debates marcaron un camino hacia reformas esenciales para reivindicar y dignificar el trabajo de millones de mujeres y hombres.
En este espacio, destaqué las más de 160 reformas que se han aprobado en beneficio de los trabajadores, entre las que destacan; la eliminación y regulación de la subcontratación (outsourcing), el incremento de días de vacaciones de seis a 12 días hasta llegar a un total de 32, los derechos de las personas trabajadoras del hogar, la libertad y democracia sindical, la igualdad salarial entre mujeres y hombres, así como, la regulación del teletrabajo y los aumentos al salario mínimo en más de 113 por ciento. Si bien se han logrado grandes avances en materia laboral, los cambios acelerados en todo el mundo exigen la construcción de un movimiento unido y solidario que consolide una verdadera democracia en el trabajo, además de políticas justas, inclusivas y dignas para que permitan que el sector laboral se desarrolle plenamente.
Por otro lado, en Estambul, en mi calidad de miembro del Comité Ejecutivo Mundial de IndustriALL Global Union, expresé la necesidad de diseñar un plan con políticas estratégicas que impactarán en más de 50 millones de trabajadores en 140 países, esto con el fin de garantizar un trato digno y justo para quienes a diario brindan sus conocimientos, su experiencia y hasta su integridad en las labores que realizan para incrementar la riqueza de las naciones.
Este encuentro evidenció cómo la unidad internacional puede convertirse en una herramienta poderosa para denunciar abusos y avanzar hacia la justicia laboral, frente a las crecientes amenazas del cambio climático, el mal uso de la tecnología y las fuerzas económicas desmedidas, principalmente de algunas empresas trasnacionales.
Sin duda, estos eventos son espacios fundamentales para construir políticas públicas que respondan a las necesidades reales de las personas trabajadoras. Más aún, muestran la necesidad de ampliar la participación mexicana en estas iniciativas internacionales. Es un gran honor compartir mis experiencias y mi visión en esta red global de solidaridad de la que soy parte, con la cual se busca fortalecer nuestras luchas internas y contribuir a un movimiento obrero que trascienda fronteras.
Desde mi liderazgo como secretario general y presidente del Sindicato Nacional Minero y como diputado federal del Congreso de la Unión, reafirmo la voluntad inquebrantable con la lucha obrera y sindical. Continuaré trabajando para impulsar reformas que brinden mejores condiciones para la fuerza de trabajo, así como lo hemos hecho en los últimos años.
Nuestra tarea es clara: debemos construir un movimiento obrero que trascienda fronteras, y que no sólo defienda los derechos laborales y humanos, sino que también establezca las bases para un futuro más justo, inclusivo y digno para todas las personas trabajadoras. En esta lucha, no estamos solos: la unidad y la solidaridad internacional son nuestras mayores fortalezas para enfrentar los desafíos del presente y construir un mundo donde la justicia sea una realidad.