En América Latina y el Caribe sólo 18 por ciento de las rectorías en universidades públicas son ocupadas por mujeres, mientras que menos de la mitad de los cargos de docente en educación superior son asignados a profesoras, afirmaron especialistas en el coloquio Hacia la igualdad de género en educación superior: buenas prácticas y desafíos pendientes, convocado por la Organización de las Naciones Unidas para la Educación, la Ciencia y la Cultura (Unesco).

En el marco de los 16 Días de Activismo contra la Violencia de Género, especialistas de Cuba, Chile y Uruguay destacaron que no basta con tener un protocolo, una dirección general de género, una normatividad en cada universidad, la aguja que mide la desigualdad en la toma de decisiones sigue sin moverse.

De acuerdo con datos del organismo internacional, a pesar que 52.1 por ciento de los alumnos que cursan su educación universitaria son mujeres, su presencia disminuye conforme avanzan los grados académicos, en particular en el doctorado, requisito indispensable en la mayoría de instituciones de educación superior para aspirar a cargos directivos.

Valtencir Mendes, jefe de Educación de la Oficina Regional para América Latina y el Caribe de la Unesco en Santiago, destacó el papel del alumnado y las organizaciones de la sociedad civil, en particular del movimiento feminista, para "impulsar cambios significativos en la región sobre la igualdad de género en las universidades".

Sin embargo, alertó, que América Latina y el Caribe enfrentan un desafío enorme en condiciones de igualdad, pues cada día 11 mujeres son asesinadas en razón de género en la región, por lo que resulta central avanzar en la seguridad de los espacios educativos para todas las mujeres.

Convencer a quienes se resisten

Por su parte, Carmen Andrade, directora de igualdad de género en la Universidad de Chile, reconoció que si bien la mayoría de las instituciones de educación superior de la región ya cuentan con espacios donde se aborda la desigualdad de género, convoca a los mismos actores de siempre, al profesorado feminista, a las activistas, pero no a los directores de departamentos de investigación o ciencia, que son quienes están menos convencidos de estos procesos, es decir, si queremos que algo realmente cambie en los campus, tenemos que atraer a quienes no están convencidos o se resisten para garantizar una verdadera transformación.