an transcurrido 24 años desde que el británico Ridley Scott realizara Gladiador, elogiada por la crítica y premiada por la Academia. El cineasta se ha mantenido como un artífice de espectáculos costosos, filmados con óptima calidad artesanal, aunque no siempre el resultado ha sido afortunado. (Ahí tienen su tropezón el año pasado con Napoleón, por ejemplo).
Pero es necesario reconocerle al tío Ridley, a punto de cumplir los 87 años, que ningún otro director actual hace un cine a esa escala épica, nos guste o no. Y Gladiador II es una prueba fehaciente de ello. En esta ocasión el protagonista es Lucio (Paul Mescal), el hijo ya adulto del sacrificado Máximo (Russell Crowe, resucitado por flashbacks deslavados), quien ha sido exiliado a África con el nombre de Hanno, en la provincia norteña de Numidia. Su vida tranquila con su amada mujer Arishat (Yuval Gonen), es interrumpida por el ataque de barcos de guerra romanos, bajo el mando del general Marco Acacio (Pedro Pascal).
Los invasores ganan la feroz batallay Hanno, enviudado, es hecho prisionero a ser vendido a Macrino (Denzel Washington), el pérfido ex esclavo ahora convertido en próspero mercader de gladiadores. Hanno es llevado a Roma a luchar en el Coliseo, claro, donde su habilidad para el combate es apreciada por la multitud y por los emperadores gemelos Geta (Joseph Quinn) y Caracalla (Fred Hechinger), un par de degenerados. Y por ahí reaparece Lucilla (Connie Nielsen), la viuda de Máximo y ahora casada con Acacio, a punto de reconocer al que era su hijo, Lucio. Esos son los ingredientes (melo)dramáticos con los que el guionista David Scarpa (el mismo que trampeó con la historia francesa en Napoleón) cocina una trama llena de secuencias de acción espectaculares e intrigas cortesanas.
Lo primero es el mero mole de Scott. Ayudado por los efectos digitales que han progresado mucho desde 2000, el cineasta ha hecho una película de péplum absolutamente verosímil en términos visuales (pasemos por alto unos papiones lampiños, desconocidos para la zoología). Tan es así, que nos creemos a un temible gladiador montado en un rinoceronte, o una batalla marina con todo y tiburones.
Es en lo segundo donde Gladiador II flaquea. Muchos de los sentimientos en juego se antojan como un recalentado de la original. Y en la última media hora las cosas se precipitan para procurar un improbable final feliz. Por suerte, el personaje de Macrino, soberbiamente interpretado por Washington con una mezcla de malicia y picardía, es el sorpresivo villano que amenazaría con robarse la película, si Mescal no fuera un actor con la suficiente simpatía y gravitas para ser un héroe cabal.
Eso sí, olvídense del rigor histórico. Tanto a Scarpa como a Scott eso les importa un soberano sorbete. Con decirles que el verdadero Macrino que, en efecto fue nombrado emperador, no era ni siquiera negro. Y sí, Geta y Caracalla fueron asesinados, como solía sucederles a los tiranos en esa época, pero no de la manera ni en el tiempo descritos por la película.
Gladiador II ha resultado un éxito de taquilla y se lo merece. Sin embargo, no deja de ser una injusticia que El último duelo (2001), la mejor realización de Scott en los pasados años haya sido ignorada por el público en general.
Gladiador II
D: Ridley Scott / G: David Scarpa, basado en un argumento de Peter Craig y David Scarpa, a su vez basado en personajes creados por David Franzoni / F. en C: John Mathieson / M: Harry Gregson-Williams / Ed: Sam Restivo, Claire Simpson / Con: Paul Mescal, Connie Nielsen, Denzel Washington, Pedro Pascal, Joseph Quinn / P: Scott Free Productions, Red Wagon Films, Morocco Film Productions / Québec Production Services Tax Credit. Estados Unidos-Reino Unido-Marruecos-Canadá. 2024.
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