Influencia musical africana en el acontecer mexicano
n las entregas anteriores hemos insistido en que el tema de la influencia musical africana en México ha sido poco atendida y, si bien existen algunos textos, éstos son escasos y aislados. Ni siquiera la importante publicación de La población negra en México, de Gonzalo Aguirre Beltrán, en 1946, motivó la atención del ámbito académico mexicano para proseguir con esta vertiente de investigación.
Cuando Gonzalo Aguirre Beltrán publicó el breve, pero importante artículo, llamado Baile de negros
(1970), en el que aporta datos sobre aspectos históricos relativos a danzas de negros prohibidas en la Colonia, figuras representativas de la investigación musical en México, como Gerónimo Baqueiro Foster y Vicente T. Mendoza, le restaron importancia, negando la innovadora hipótesis hispano-africana ante la aceptada procedencia hispano-indígena de lo social mexicano.
Lo que sorprende, nos dice el investigador del Instituto de Antropología e Historia (INAH) Carlos Ruiz Rodríguez, es que Vicente Teódulo Mendoza, el mayor representante de los estudios sobre el folclore musical en México, nunca le puso interés al aporte africano en la música tradicional nuestra. “Pese a la extensión de su obra y el amplio rango temático que ésta abarcó, sólo publicó un breve artículo sobre el tema llamado ‘Algo del folclor negro en México’ (1956), en el que hace algunas menciones sobre ‘música de negros’ halladas en archivos coloniales (…), señalando algunos sones, guarachas y danzas habaneras que aún se practican y cuya procedencia africana se puede rastrear como en el maracumbé de Jalisco, el toro viejo de Nayarit o el son quebrantado y el son recortado de las costas de Guerrero y Oaxaca”.
El tema de los bailes prohibidos en la Nueva España lo retomó más adelante Pablo González Casanova en su libro La literatura perseguida en la crisis de la colonia, (Colegio de México, 1958), texto fundamental que ofrece cuantiosos datos procedentes de documentos del Archivo General de la Nación; de esa fuente rescata toda clase de coplas, bailes y sones deshonestos prohibidos durante el Virreinato por la Santa Inquisición. Asimismo, ofrece abundante información sobre los espacios y tiempos en que se hacían estos bailes durante el siglo XVIII, cuando la religión de la Corona era profusamente expuesta a sátira explícita en vísperas de los movimientos independentistas del país. Eso mismo refirió la etnóloga e historiadora Noemí Quezada Ramírez en su ponencia Bailes prohibidos por la Inquisición
, presentada en el marco de la 15 Mesa Redonda de la Sociedad Mexicana de Antropología: La diferencia de motivos que arguyó el Santo Oficio de la Inquisición para reprimir algunos bailes se inscribe en el intento por restringir el erotismo, la sátira de ministros religiosos y la mezcla de elementos sagrados con profanos
.
En su exposición hizo mención a sones y bailes como el Chuchumbé, el Totochín y el Juégate con canela, todos ellos sones lascivos, torpes e impuros
(calificados así por las autoridades), destacando la participación de negros y mulatos que a su vez realizaban ejecuciones musicales de raro sincretismo con instrumentos de origen indígena como el teponaxtle.
En 1980, investigadores del INAH publicaron un artículo colectivo que subraya la presencia de un instrumento tradicional en México de claro origen africano: el marimbol (ubicado en el son jarocho). En este estudio se ofrecen antecedentes del instrumento vinculándolo a la historia de la sanza o kalimba africana.
“El artículo es significativo por ser una de las primeras menciones al instrumento en la literatura etnomusicológica del país –además de destacar su proce-dencia africana– y retomar cierta orien-tación en el estudio musical afromexicanista”, apunta Ruiz Rodríguez.
Por esa época, Robert Garfias abor-daba el tema del origen de La marimba en Centro América y México
, que pre-sentó argumentos etimológicos y orga-nológicos que demostraban el origen africano del instrumento, en oposición a la tesis de algunos autores que lo asumen como un aporte prehispánico.
A fines de los 80, la Secretaría de Educación Pública (SEP) y el Instituto de Antropología e Historia (INAH) publicaron la colección multitemática Atlas Cultural de México, en la que, en el volumen dedicado a la música, a cuyo cargo estuvo el investigador Juan Guillermo Contreras Arias, se reconoce el aporte africano a nuestra cultura musical en presencia de instrumentos de uso indígena como el bule palmoteado, el cajón de tapeo, la jícara de agua, el marimbol, la quijada equina, el bote frotado o bote del diablo
, la corneta de bule, el cántaro, el arco musical, los ya citados marimba y marimbol y algunos tambores bimembranófonos y sonajas que tienen fuerte influencia o definitiva procedencia africana.
Continuará...