Recortes del gobierno
odos los gobiernos crecen de manera inercial. Comienzan con la creación de uno o varios puestos de trabajo para satisfacer una necesidad, luego se convierten en oficinas especializadas y pueden llegar a conformar nuevas secretarías de Estado. Así se fortalecen las actividades públicas en la mayor parte del mundo, al tiempo que aumenta la burocracia.
La creación de estas estructuras es relativamente fácil, ya que sólo dependen de las necesidades y de los presupuestos. Sin embargo, deshacerse de ellas es lo más difícil que se pueda imaginar. Aunque ya no sean necesarias, la mayor parte de trabajos y oficinas permanecen por tiempo indefinido, y cuando se tratan de suprimir o de cambiar de funciones, los empleados y los grupos de poder se oponen a su desaparición. Este proceso sucede ahora en el Poder Judicial, en el que sus trabajadores se oponen a cualquier transformación. A escala internacional se presenta el mismo fenómeno de rechazo, sobre todo si los cambios que se pretenden son radicales. Pero ahora, en América se presentan dos casos en los que las estructuras gubernamentales se transformarán a fondo. La primera es la de Argentina, con Javier Milei, y la segunda es la de Estados Unidos con Donald Trump.
En el caso de Argentina, el proceso comenzó con recortes al gasto público y al empleo. Este ajuste ha generado un fuerte rechazo en la estructura gubernamental, porque muchos trabajadores del Estado comienzan a perder sus empleos. En el caso de Estados Unidos, Trump creó el departamento de eficiencia gubernamental, al mando de dos empresarios, Elon Musk y Vivek Ramaswamy, quienes tendrán la tarea de reducir la burocracia, bajar los gastos y suprimir regulaciones que afecten la actividad productiva.
El objetivo en las administraciones de Milei y de Trump es mejorar la actuación de la administración pública, en la que se prevé premiar la productividad, el esfuerzo y el talento. Pero el gran problema en ambos casos es el olvido del cuidado ambiental y de la justicia social. Ahora en nuestro continente se enfrentan dos visiones contrapuestas para el desarrollo: una que privilegia el apoyo a los pobres con dinero y políticas públicas, mientras el otro privilegia el desarrollo empresarial, la eficiencia gubernamental y la meritocracia. En poco tiempo veremos cuál beneficia más a la población.