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Falsificadores de la historia: el Nobel de Economía
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ara demostrar que en el fracaso de los países no importan la geografía económica, los recursos para generar riqueza en la sociedad capitalista, ni la cultura, en el capítulo inicial de Por qué fracasan los países, los noveleros Acemeglu y Robinson comparan una ciudad dividida por una frontera (no dicen que un muro) que pese a compartir clima, situación geográfica (pertenecían al estado mexicano de California, sic), antepasados, e incluso nos atreveríamos a decir que tienen la misma cultura, una es el infierno en la tierra (Nogales, Sonora), y otra casi el paraíso (Nogales, Arizona). ¿Por qué las instituciones de EU conducen mucho más al éxito económico que las de México? La respuesta se encuentra en la historia.

¿Historia? Sobre cada afirmación suya podría escribir un artículo: no, Moctezuma no fue capturado desde el principio, ni se inauguró así la estrategia fundamental de los españoles, porque ese evento no se repitió en los cientos de altepemeh que fueron dominados posteriormente. Y cualquier historiador serio se reiría de la reducción al absurdo de las instituciones económicas del siglo XVI y su perorata sobre la encomienda basada en una sola fuente: Bartolomé de las Casas. Desde ahí, falsean y tergiversan y, por supuesto, omiten toda referencia al carácter capitalista de los mineros y comerciantes de la Nueva España… y no hablaré hoy de los errores elementales en fechas y hechos concretos ni de su paupérrima bibliografía.

A fray Miguel Hidalgo (garrafal error hacer fraile a un párroco) apenas se le menciona, y sólo para hablar de la muerte y destrucción. Pasan por alto a Morelos y así se ahorran la Constitución de Apat­zingán y ¡tampoco dicen una palabra de la Constitución de 1824! Y eso, aunque su tema sean las instituciones políticas y se desvivan en elogios a la democracia y la Constitución estadunidenses. Corramos un pudoroso velo sobre su Iturbide de estampita de primaria, para no hacer enojar a la derecha iturbidista que aplaude este panfleto (creo que esa parte no la leyeron).

Donde sí se detienen es en la inestabilidad política de 1824 a 1867, omiten las razones económicas y geográficas, así como las presiones y agresiones de las potencias causales de esa inestabilidad. ¿La agresión imperialista de 1836-1848? Bastan dos líneas: Santa Anna presidió la pérdida de el Álamo y Texas, y la desastrosa guerra México-estadunidense que condujo a la pérdida de lo que se llegaría a conocer como Nuevo México y Arizona, y más adelante: grandes zonas del país no estaban bajo su control, lo que permitió la anexión de Texas por EU.

Suma: Mientras EU empezaba a experimentar la revolución industrial en la primera mitad del siglo XIX, México se hacía cada vez más pobre. ¿Razones de ello? Ni el acero, ni el carbón, ni los puertos naturales, los ríos navegables ni la masiva migración europea que aportó la imprescindible mano de obra: solamente las instituciones democráticas… ¡y tampoco hay una sola palabra sobre la Constitución de 1857, más democrática que la de EU!

“Tras el caos de la época de Santa Anna, hubo un intento fallido del emperador francés Napoleón II (sic) de crear un régimen colonial (sic) en México bajo el emperador Maximiliano… los franceses fueron expulsados y se redactó una nueva Constitución (sic).” Y luego: “Díaz violaba los derechos de propiedad… y concedía monopolios y favores a sus seguidores en todo tipo de negocios… Aquel comportamiento no era nuevo, sino que reproducía exactamente (sic) lo que habían hecho los conquistadores españoles y también Santa Anna siguiendo su ejemplo”. Y así sigue, sin mencionar ni por casualidad que los oligopolios que saqueaban nuestra riqueza (¡ah, el modelo extractivo, bestia negra del libro!) eran muy mayoritariamente de capital británico y estadunidense.

Para estos señores la competencia bancaria es clave (aunque nunca mencionen a tiburones como el Chase Manhattan o el National City Bank: en EU son pececitos que compiten sanamente), pero “el caso mexicano es muy distinto. De hecho, en 1910… solamente había 42 bancos y dos de ellos controlaban 60 por ciento de los activos… prácticamente no había competencia”. Se omite que esos dos bancos eran de capital británico y francés.

“Díaz y sus secuaces… se dieron cuenta de que México también tenía que cambiar. Sin embargo, el cambio no significaba arrancar las instituciones coloniales y sustituirlas por unas similares a las de EU…” Donde, a pesar de que los pueblos indígenas habían sido marginados (sic) se creó una frontera igualitaria a diferencia de México, donde Díaz siguió el modelo de Cortés, Pizarro y Toledo y enriqueció a sus cómplices. ¡Y aquí sí aparecen los indígenas!: “También se produjo a costa de quienes no tenían derechos en aquel nuevo orden, como el pueblo yaqui… Entre 1900 y 1910, unos 30 mil yaquis fueron deportados, esencialmente esclavizados…” Es cierto, pero ¡qué contraste con la omisión del exterminio de los nómadas de las llanuras de EU! Y ya. De la Constitución de 1917 no se habla tampoco, sólo de que Carlos Slim es multimillonario gracias al favor del gobierno, a diferencia de los magnates del complejo militar-industrial de EU y sus poderosos lobbys… supongo.

La receta es clara: échale ganas, erradica cualquier viso de socialismo o populismo, imita las instituciones y modelos yanqui y británico o, al menos, sudcoreano, responde a los incentivos como perrito de Pavlov pero, sobre todo, échale ganas: eres pobre –como país– porque quieres.