Opinión
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Tengamos cuidado con el presidente Trump
C

on el ascenso del señor Donald Trump como presidente de Estados Unidos, habrá que preocuparse y ocuparse, y se deberá tener mucho cuidado respecto de su desempeño hacia México. Y por supuesto que también habrá que adecuar y afinar las estrategias mexicanas para obtener la mayor utilidad en todos los aspectos, de cara a las nuevas circunstancias que ofrece nuestra vecindad en un plano de realismo político, económico y social, a la luz de la interdependencia en la que estamos inmersos.

A partir de la expresión popular muy mexicana que propala que debemos estar con un ojo al gato y otro al garabato, y más aún que deberemos cuidarnos de los perros bravos, que ladran y muerden; habrá que tomar muy en cuenta estas metáforas y aprenderlas muy bien, pues encajan perfectamente en el entorno que nos espera en la difícil relación binacional de gobierno a gobierno frente a Estados Unidos, desde el primer día del mandato que encabezará el señor Trump. El futuro presidente estadunidense es muy obvio y muy predecible, debido a su agresividad, belicosidad, arrogancia, prepotencia y soberbia manifiestas; y por todo ello resulta muy difícil creer en la cordialidad que le expresó a la presidenta Claudia Sheinbaum durante su primer contacto telefónico celebrado recientemente.

Por supuesto que hizo bien la Presidenta en mostrar su satisfacción, su buen ánimo y su esperanza en que ella y su gobierno sabrán conducirse con éxito en las múltiples y harto difíciles conversaciones y negociaciones que nos esperan; pero, ¡cuidado!, la diplomacia mexicana no deberá sustentarse en una esperanza –ingenua, ilusa, por ello inútil– del buen trato al vecino cercano pero distante que somos.

Se requiere estar siempre alertas, con buen ánimo e inteligente disposición, pero alertas y dispuestos a tomar acuerdos realistas y dignos para seguir avanzando, muy a pesar de las dificultades que se presenten.

Aunque la presidenta Claudia Sheinbaum haya dicho que no hay motivos para preocuparnos, yo respetuosamente disiento de ella en esta parte de sus palabras dadas a conocer en su conferencia matutina luego del triunfo republicano; pues en mi opinión sí debemos estar preocupados y también deberemos estar ocupados en el diseño de estrategias y tácticas que conduzcan a nuestro país en el camino más pertinente, viable, factible y realista para salir exitosos del panorama que nos aguarda, pues las amenazas anunciadas por el candidato republicano Donald Trump podría cumplirlas como presidente –parcial o totalmente–.

Tomémoslo, pues, en serio, pero muy en serio.

No podemos ni debemos estar confiados, despreocupados, tranquilos, pasivos o distraídos ante sus reiteradas balandronadas, pues este señor ha manifestado, por doquier y en infinidad de ocasiones, su desprecio, sus ofensas y su odio a México y a las y a los mexicanos, a los migrantes, a nuestra producción industrial y al comercio tan sólido que nos une a su país.

Adicionalmente, como si sus amenazas fueran poco, tanto él como quien ocupará la vicepresidencia de su país se han prodigado en denuestos y en anuncios que llegaron a hablar de cerrar la frontera, expulsar a las y los migrantes y a invadir a México con el consabido prurito de atacar el narcoterrorismo derivado del ciertamente incontrolable, lacerante e infame desempeño del crimen organizado en nuestro país.

Trump sabe presionar sin límite alguno y acierta en avanzar en sus propósitos, como lo dice en uno de sus libros publicados, y más aún como lo hizo con el gobierno mexicano anterior, tras la exigencia de establecer un muro humano en nuestra frontera sur contra los migrantes, y con la amenaza de establecer nuevos aranceles a los productos de manufactura mexicana.

El actual secretario de Economía, Marcelo Ebrard, sabe muy bien lo que pasó entonces y hasta sufrió las más estrambóticas ofensas.

La digna y talentosa embajadora Martha Bárcena, quien fuera nuestra representante en Washington, DC, tiene muy claro el panorama que nos espera y lo ha hecho del conocimiento público como una insobornable y muy bien intencionada advertencia en bien de nuestro país y de una aceptable y exitosa relación bilateral con Estados Unidos.

Estemos, pues, pendientes, alertas y atentos al acontecer, y sustentemos mejor nuestras esperanzas, con realismo, de cara a los nuevos tiempos y en la búsqueda de mejores circunstancias.

Y finquemos nuestras esperanzas, sin ingenuidad y sin ilusión, en que mister Donald Trump sea diferente y deferente para con México, para con el pueblo estadunidense y con el mundo en general.