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Ante Trump, respeto y firmeza
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urante la madrugada de ayer, Donald Trump aseguró suficientes votos del Colegio Electoral para volver a la Casa Blanca, como reconoció horas después su contrincante, Kamala Harris. Entre los principales factores que permitieron el triunfo del magnate se cuentan el desencanto con el manejo de la economía durante la administración demócrata a la que pertenece Harris (en particular, la elevada inflación que se presentó desde 2022 y el aumento de las tasas de interés con que se contuvo el alza de precios) y los escasos tres meses que tuvo la aspirante demócrata para presentar una propuesta desdibujada, frente a prácticamente cuatro años de campaña ininterrumpida del republicano.

Con el triunfo de Trump, el control asegurado por su partido en el Senado y las muy amplias probabilidades de que los conservadores retengan la mayoría simple en la Cámara de Representantes, es pertinente trazar las perspectivas planteadas por el trumpismo en el futuro inmediato. Para los estadunidenses de a pie el panorama es sombrío: el capitalismo corrupto y salvaje promovido por el magnate augura retrocesos catastróficos en materia de derechos laborales, igualdad, combate a la pobreza, educación, salud y los indicadores de bienestar en general. Incluso si políticas como los recortes fiscales y el achicamiento del Estado gozan de un importante respaldo en una sociedad adoctrinada en el culto al individualismo y el mito meritocrático, las evidencias muestran que tales medidas sólo favorecen a quienes acaparan la riqueza, el famoso uno por ciento. Más allá de lo económico, las mujeres, los afrodescendientes, los pueblos nativos, los inmigrantes, la comunidad de la diversidad sexual y otras minorías sufrirán la pérdida de derechos, la desprotección e incluso la animosidad gubernamental de las que ya fueron víctimas en el primer cuatrienio de Trump.

Fuera de Estados Unidos, el mayor daño recaerá sobre el atribulado pueblo palestino. Si la dupla Biden-Harris respaldó sin titubeos el genocidio que lleva a cabo Israel, es aterrador imaginar los extremos a los que llegará el régimen de Benjamin Netanyahu cuando vuelva al Despacho Oval alguien que hace gala de su sintonía con las versiones más extremas del sionismo y se enorgullece de presentarse como amigo del premier, sobre quien pesa una orden de arresto de la Corte Penal Internacional por crímenes de guerra. Por otro lado, es previsible un incremento en las agresiones imperialistas contra Cuba y Venezuela a causa de la estrecha alianza del trumpismo con los grupos golpistas asentados en Florida. La relación con China seguirá deteriorándose y, aunque el gigante asiático ha mostrado una gran resiliencia ante el acoso occidental, es un hecho que las tensiones geopolíticas seguirán al alza. También cabe anticipar un distanciamiento entre Washington y sus aliados europeos, como ya ocurrió en el periodo 2017-2020.

En cuanto a México, es preocupante la retórica empleada en la campaña y reafirmada en el discurso triunfal de Trump, en el que nuestro país siguió siendo el principal destinatario de las invectivas con las que el virtual vencedor de los comicios del domingo galvaniza a los sectores racistas, xenofóbicos y chovinistas que constituyen el núcleo más fiel de su electorado. Lo que está por verse es si querrá y podrá concretar sus amenazas de deportaciones masivas, imposición de aranceles exorbitados y cierre de fronteras, pues cada una de estas medidas sería tan dañina para la economía estadunidense como para la mexicana, tanto por la dependencia de mano de obra migrante en actividades clave, como por la realidad de que gravar las exportaciones mexicanas elevaría hasta niveles incosteables el precio de todo tipo de mercancías para empresas y consumidores finales en Estados Unidos. La experiencia de su primer gobierno sugiere que el magnate está más interesado en proyectar una imagen de pendenciero que en asumir las consecuencias de hacer realidad sus amagos.

Esos mismos antecedentes dejan una lección clara: Trump es un individuo acostumbrado al abuso verbal y a cebarse sobre los frágiles, por lo que México no debe permitirse la menor señal de debilidad. Inaugurar la nueva relación con un gesto de flaqueza sería catastrófico, pues el magnate lo tomaría como una invitación a desplegar su repertorio de camorrista contra el país. Entre más categórico sea el gobierno nacional en comunicar que la defensa de su soberanía, el respeto y la simetría son aspectos innegociables en la relación bilateral, menor será el riesgo de que el republicano intente cumplir sus amenazas.