Miércoles 6 de noviembre de 2024, p. 4
Venecia. Extranjeros por todos lados es el título de la 60 Exposición Internacional de Arte de la Bienal de Venecia, que permanecerá abierta hasta el 24 de noviembre. Su curador, el brasileño Adriano Pedrosa, conversa con La Jornada sobre su muestra, que ha suscitado controversia entre la crítica conservadora por la ruptura estética con los cánones del arte occidental.
Pedrosa ha dedicado su carrera a explorar artistas y proponer exposiciones que brillan por su originalidad, desde su puesto de director artístico del Museu de Arte de Sao Paulo Assis Chateaubriand (MASP), a pesar de que, paradójicamente, es el centro con la mayor colección europea desde el medioevo hasta el siglo XX en América Latina.
Pedrosa, quien también fue cocurador de las bienales de Sao Paulo (2006) y Estambul (2011), se dedicó a estudiar las colecciones de arte brasileño y no occidental del MASP, interesándose en la de sus compatriotas que destacaron por su vanguardismo e impacto internacional.
Como nunca, el arte mexicano moderno y contemporáneo tuvo enorme espacio en esta bienal desde la expresión abstracta y figurativa del siglo XX hasta hoy, incluyendo el arte queer, de mujeres y minorías étnicas. En este último cabe señalar a la afromexicana Aydeé Rodríguez López, cuya obra se distingue por su narrativa popular, de colores encendidos que contrastan con la dureza de los temas que representan, relacionados con los esclavos africanos llegados a México, asentados principalmente en las costas de Oaxaca y Guerrero.
La obra Guadalupe Collantes, por ejemplo, habla de su explotación en la industria algodonera durante la Colonia, mientras Negro Yanga (2011) es un homenaje a Gaspar Yanga, símbolo de lucha de los derechos de los afroamericanos desde la Colonia. Fundó en 1618 la comunidad de San Lorenzo de los Negros, considerado el primer pueblo libre de América.
–¿Por qué le has dado tanto espacio al arte mexicano?
–En ninguna bienal pueden faltar artistas de las grandes culturas, como México, Brasil, Nigeria, Sudáfrica, India, Argentina y Perú.
–¿Es equivocado llamar arte naif a muchas de las obras presentes?
–Prefiero evitar este término por su connotación de ingenuidad y uso arte popular
, común en América Latina. Es crucial entender las diversas formas de creatividad que reflejan narrativas y perspectivas variadas, especialmente las que no provienen de la élite o de la formación académica. Estos temas aún se debaten y necesitan mayor consenso y claridad.
“En Brasil, el arte popular es muy relevante y está integrado en el circuito cultural, aunque a menudo se le considere folclórico. En Europa, donde es menos común, hay resistencia a comprenderlo. Sin embargo, la bienal incluye tanto artistas populares como formados.“
–El arte queer tiene enorme presencia en la muestra.
–Este proyecto refleja mi posición, contexto, perspectiva, vivencias y trabajo personal. Hay espacio al arte queer porque quise destacar a artistas de mi comunidad, pero he sido también extranjero y expatriado. Además, se enmarca en el contexto brasileño, donde el arte indígena ha cobrado gran importancia, como se ve en la elección del pabellón mismo. Muchos de los artistas indígenas que he traído son famosísimos en Brasil, desde Mahku, o los artistas yanomamis André Taniki y Joseca Mokahesi.
Gusto de pocos
–¿Tu exposición marca un cambio claro en los gustos europeos?
–Hasta este momento, las representaciones artísticas se limitaban a los gustos de pocos. La inclusión de una variedad más amplia de expresiones artísticas en la actualidad marca un cambio social significativo. Hace apenas dos décadas, una exposición como ésta habría sido impensable. Lo interpreto como un paso crucial en el proceso de descolonización, tanto a nivel externo como interno.
–¿La estética popular podría influenciar el arte europeo?
–No es algo que se pueda generalizar. Esta tendencia es especialmente fuerte en Brasil, tanto a nivel institucional como en galerías, pero no diría que sea común en toda Europa. Exhibir este tipo de arte demanda un auténtico interés por explorar este campo, algo que he cultivado a lo largo de mi carrera. Es por eso que he logrado presentar una amplia gama de artistas indígenas, queer, marginados, de arte popular y migrantes.
–El uso del color me parece un rasgo dominante en esta bienal. ¿Ha sido una elección curatorial o es una característica de este tipo de arte?
–La concepción de la muestra no se centra en el color, sino en una dinámica que abarca dimensiones, composiciones, texturas y colores. Aunque existen obras específicas muy coloridas, como el mural monumental del colectivo indígena Mahku en la fachada del espacio expositivo en los jardines, esto no puede generalizarse. Por ejemplo, en las primeras salas del Arsenal, el visitante se encuentra con una obra textil blanca del colectivo Maori Mataaho, seguida por pinturas miny’tji en blanco y negro de la australiana Naminapu Maymuru-White. Además, se exhibe cerámica monocroma de las artistas guaraníes Juana Marta Rodas y Julia Isídez, junto con el enorme mural, ese sí, lleno de color, de la mexicana Frieda Toranzo Jaeger.
–El curador Luca Beatrice escribió en un artículo que los italianos estaban excluidos de esta bienal.
–Ese artículo es una mentira. Lo dijo sin siquiera revisar la lista de participantes disponible en la página web de la bienal. Es lamentable que haga estos comentarios basados en la ignorancia. Afirmó que sólo hay una artista italiana viva, lo cual es incorrecto. Muchísimos de los italianos presentes emigraron a otros países o si bien tienen origen distinto, son ciudadanos italianos, como Alessandra Ferrini, Fred Kuwornu, Victor Fotso Nyie. De hecho, esta exposición cuenta con el mayor número de italianos que se haya tenido en esta bienal hasta ahora.