l empresario y político estadunidense Donald Trump ha sido objeto en los pasados años de una fuerte exposición mediática, desde su jocosa caracterización por el actor Alec Baldwin en Saturday Night Live hasta las parodias satíricas relacionadas con su narcisismo petulante o su agresividad misógina y racista. Este perfil suyo, de toxicidad incontinente, es ampliamente conocido. Lo que los medios apenas han explorado ha sido el periodo de formación del personajes, la manera en que se gestó su habilidad para hacer negocios y política o, en resumen, su estilo peculiar de hacer de la política y del interés público un próspero negocio personal.
Basado en su propia investigación periodística, el guionista Gabriel Sherman describe en El aprendiz ( The Apprentice, 2024), del cineasta danés de origen iraní Ali Abbasi ( Araña sagrada, 2022), la manera en la que el joven treintañero Donald Trump (Sebastian Stan), pasó de ser un simple y opacado supervisor de los negocios inmobiliarios de su padre Fred Trump (Martin Donovan), a emprender, por cuenta propia, una ambiciosa renovación de edificios en el centro de Manhattan y la creación de una amplia red de hoteles y casinos. Su carrera fulgurante tiene como clave primordial de su éxito la asesoría interesada de Roy Cohn (Jeremy Strong), un abogado litigante y venal, experto en chantajes y sobornos, quien acepta defender en los tribunales a la familia Trump ante acusaciones por discriminación racial hacia inquilinos en edificios de su propiedad. El veredicto es favorable para los Trump y a partir de ese momento se establece entre abogado y cliente una suerte de pacto fáustico en el cual el joven empresario acatará y hará prosperar, en tanto aprendiz aventajado, las enseñanzas negociadoras de su maestro en extorsiones y que se resumen en tres reglas básicas: Ataca sin piedad a tu adversario, no admitas nada y niégalo todo, clama siempre victoria sin admitir jamás una derrota.
Aunque el director Ali Abbasi centra su atención en el joven arribista, en realidad el personaje más interesante y polémico es su mentor intelectual Roy Cohn, objeto de una biografía con prólogo del ultraderechista mediático Steve Bannon, y personaje clave en la obra de teatro Ángeles en América (Tony Kushner, 1991), adaptada en 2003 como miniserie homónima por Mike Nichols con un Roy caracterizado por Al Pacino. Cabe también aludir al filme televisivo Ciudadano Cohn (1992) con James Woods como protagonista. Encarnación suprema de la hipocresía moral, Roy Cohn vivió penosamente su condición de gay homófobo de clóset enfermo de sida (niégalo todo
), de vergonzante judío antisemita (no admitas nada
) y de abogado litigante sin escrúpulos, orgulloso de haber llevado a la silla eléctrica a los judíos de izquierda Julius y Ethel Rosenberg (ataca sin piedad a tus adversarios
). El joven Trump parece haber añadido una máxima más al credo heredado por su mentor: traiciona a tiempo a un benefactor venido a menos y caído en desgracia en el campo de los perdedores.
El director y el guionista analizan a grandes rasgos y, cabe señalar, con escasa sutileza, la degradación moral del aprendiz ingrato, ebrio de poder y entregado a un culto narcisista. El actor Sebastian Stan (protagonista también de Un hombre diferente –Aaron Schimberg, 2024– de estreno inminente) ensaya aquí con acierto los tics faciales, los desplantes petulantes, y la egolatría veleidosa del joven empresario y futuro adalid de la derecha tóxica. Otro tanto puede decirse de Jeremy Strong, cuya interpretación de Cohn concentra en la pura hiel de su mirada todo el cúmulo de odio y frustraciones personales que definen su temperamento pendenciero. Hay reparos que pueden hacérsele a la cinta: la escena gratuita y efectista en la que el protagonista viola a su esposa Ivana o lo grotesco de las cirugías de liposucción y el tortuoso implante capilar a que se somete el narcisista acomplejado. Pero posiblemente ninguna película podría abarcar satisfactoriamente la dimensión y complejidad de un personaje público tan fuera de serie. Comenzar por los años mozos de su formación ha sido un buen intento. Completar en una ficción el retrato de tal personaje requeriría del genio excepcional de un Fritz Lang, creador hace ya un siglo del memorable y siniestro doctor Mabuse, anticipación transparente del nazismo.
Se exhibe en la Cineteca Nacional Xoco y en salas comerciales.