í, una vez más el mundo entero está con Cuba.
Una vez más, como en los últimos años, todos han votado contra el bloqueo, salvo los sátrapas, como Israel y Estados Unidos.
Una vez más son 186 votos a favor, dos en contra y una abstención inocua.
Una vez más la ONU tiene un mandato claro, como ha venido sucediendo desde 1992, cuando Cuba presentó ante el pleno su moción de condena y cese del bloqueo impuesto unilateralmente.
Una vez más las voces distintas se levantaron en tonos y formas diferentes para denunciar lo injusto e inhumano, lo aberrante y desmesurado, lo violatorio y arbitrario, sonaron múltiples denuncias y peticiones.
Una vez más se dijo que era una medida unilateral concebida como un medio de intervención política sobre el estado y el pueblo de Cuba, que trasgrede los principios de la Carta de las Naciones Unidas. Otros hablaron de neocolonialismo, crimen planificado, medidas intervencionistas.
Una vez más muy, pero muy, diversos gobiernos estuvieron todos de acuerdo en esta condena, a pesar de sus enormes diferencias en muchos de los asuntos que allí se debaten. A pesar de los siempre presentes matices políticos de los bien portados y de las necesidades geopolíticas de las potencias. Todos votaron contra el bloqueo porque sencillamente es un asunto tan deleznable que marca profundamente al que lo aprueba como un carroñero inmutable y deshumanizado.
Una vez más nos vienen a la memoria las palabras ya bien conocidas de Lester Mallory, vicesecretario de Estado para los Asuntos Interamericanos, un poco antes de que el presidente Kennedy impusiera el bloqueo, llamado embargo
por los yanquis, y que plasmó para la historia el propósito del mismo: “La mayoría de los cubanos apoyan a Castro […] el único modo previsible de restarle apoyo interno es mediante el desencanto y la insatisfacción que surjan del malestar económico y las dificultades materiales […] los mayores avances en la privación a Cuba de dinero y suministros, para reducir sus recursos financieros y los salarios reales, provocar hambre, desesperación y el derrocamiento del gobierno”. Han pasado 62 años y la misma estrategia sigue en pie. Y el gobierno de Cuba también. La necia prepotencia sigue bloqueando la comprensión de demócratas y republicanos.
Recordamos que la primera vez que se presentó esta resolución en torno a la necesidad de poner fin al bloqueo económico, comercial y financiero, fue en 1992, cuando habían desaparecido los países socialistas de Europa y la propia URSS. Tras el derrumbe del campo socialista, los yanquis se frotaron las manos y creyeron que el momento había llegado finalmente, apretaron el cerco mucho más y violando todas las leyes del ya vigente neoliberalismo basado en el libre comercio, decretaron las leyes Torricelli ese mismo año 92 y la Helms-Burton, en 96, que imponían sanciones extraterritoriales a todo aquel país que comerciara con Cuba. Hasta hoy se mantiene esta vigilancia y persecución sobre todos aquellos que sostengan relaciones comerciales o financieras. La persecución a los barcos que atracan en sus puertos se mantiene. Cada año creen que ha llegado el momento final y revitalizan las cercas. El cierre financiero llega a extremos inauditos, baste un ejemplo reciente: en México un grupo muy pequeño denominado Prelasa vende libros, artesanías y otros productos cubanos. Hace poco los bancos le transmitieron la prohibición total de la transferencia del dinero obtenido en estas pequeñas ventas. Una mezquindad total.
Una vez más tenemos que gritar con fuerza que admiramos en el pueblo de Cuba su increíble capacidad de resistencia, ingenio, sobrevivencia, valor, conciencia, entrega, solidaridad, amor a la vida y a la humanidad, inventiva, dignidad, talento, creatividad y sobre todo ética, en un mundo dominado por el individualismo, el dinero, los valores consumistas mediáticos, la competencia y el sálvese quién pueda.
Una vez más tenemos que preguntarnos: ¿tendrá la ONU una capacidad real, con un mandato tan absoluto, para hacerlo cumplir?
Una vez más sabemos con rabia que esta es una gran victoria moral de Cuba. Una innegable victoria. Pero, aunque sea de ese tamaño, el pueblo de Cuba seguirá resistiendo.
Nos preguntamos si será ya la hora de que cada uno de los países que votaron contra el bloqueo, hagan efectivo su voto. Si cada país reinicia las relaciones comerciales y financieras con Cuba, el bloqueo será reducido a EU e Israel. Está en las manos de los que votaron por levantar las medidas arbitrarias el hacer realidad su terminación. Si estos países se abren a Cuba , el bloqueo será derrotado.
Sería ya la hora de decir basta y echar a andar libremente derribando la prepotencia unilateral de los yanquis. Es hora de bloquear a EU. México puede establecer acuerdos reales para suministrar petróleo a Cuba, es urgente, es posible. No es suficiente ya con votar en la ONU.
* Investigadora de la UPN. Autora de El Inee