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En el FIC, escultor francés probó que el arte es un acto colectivo y temporal

Olivier Grossetête montó en Los Pastitos una réplica de cartón del teatro Juárez; luego, el público lo derribó

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▲ Los aplausos y vítores llenaron el aire mientras el teatro Juárez de cartón caía sobre sí mismo.Foto Daniel López Aguilar
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Periódico La Jornada
Lunes 28 de octubre de 2024, p. 5

Guanajuato, Gto., La mañana del sábado pasado trajo consigo una escena inesperada y fascinante en Los Pastitos, uno de los escenarios al aire libre más concurridos del Festival Internacional Cervantino (FIC).

El artista francés Olivier Grossetête (París, 1973) derrumbó una monumental réplica de la fachada del icónico teatro Juárez, realizada completamente en cartón. Esta intervención impresionó a los asistentes, no sólo por la majestuosidad de la estructura, sino también por su carácter efímero y colectivo.

El proyecto se desarrolló en dos fases. La primera comenzó hace 10 días, cuando Grossetête junto con un equipo de voluntarios, se embarcó en la tarea de preparar los módulos que conformarían el esqueleto de la instalación. Este taller estuvo abierto al público, lo que permitió que cualquier interesado pudiera colaborar en la construcción de la obra. La réplica del teatro Juárez, de 25 metros de altura, fue elaborada con mil 500 cajas de cartón y cinta adhesiva, y pesó más de una tonelada.

Lo más impresionante fue que toda la construcción se realizó completamente a mano. En entrevista con La Jornada, Olivier Grossetête, explicó que una de las características más distintivas de su trabajo es la ausencia de maquinaria especializada en la creación de sus monumentales obras.

“No utilizamos grúas ni maquinaria, todo se hace con las manos. La finalidad de esta iniciativa es mostrar lo efímero del arte. Para mí, el proceso es tan importante como el resultado final. Al construir una estructura destinada a desaparecer, enfatizo que el valor no está en la permanencia, sino en la experiencia compartida por quienes participan en la creación.

“Lo bello es haberse reunido para construirlo. Así es el arte: un acto colectivo y temporal. Discutimos con los organizadores con el fin de ver qué construcción sería pertinente para cada lugar. En esta ocasión se nos ofreció la opción de reproducir la Universidad de Guanajuato, pero las escaleras presentaron un desafío logístico que decidimos no asumir.

La vida es un círculo perpetuo de engendramiento: destruimos algo para crear otra cosa. El fin de la obra no es algo triste, sino parte del proceso artístico y de la vida cotidiana. El fin está previsto desde el inicio.

La segunda fase del proyecto tuvo lugar este sábado, cuando poco antes de las 11 de la mañana, más de un centenar de asistentes se congregaron en Los Pastitos para ser testigos del esperado colapso de la estructura. Entre ellos se encontraba un grupo de scouts provenientes de Ciudad Juárez, Chihuahua, quienes llegaron a Guanajuato como parte de un viaje turístico.

La atmósfera estaba cargada de emoción y expectativa, mientras una persona del comité organizador anunciaba que el momento de la demolición estaba por llegar.

Lienzo improvisado

Durante los días previos, visitantes escribieron mensajes en la estructura. La réplica de cartón se convirtió en un lienzo improvisado donde la gente expresó pensamientos, dedicatorias de amor y buena vibra para amigos, o simplemente garabateó sus nombres.

Cuando llegó el momento, bajo el sol abrasador, Grossetête pidió a los presentes que se alejaran de la estructura, sobre todo a los niños pequeños, para evitar accidentes. Acto seguido, en una cuenta regresiva, algunos espectadores tiraron de las cuerdas colocadas en la parte superior de la réplica, provocando el colapso de la gigantesca estructura de cartón.

Los aplausos y vítores llenaron el aire mientras el teatro Juárez de cartón caía sobre sí mismo.

Sin embargo, el verdadero final de la obra aún no había llegado. La sorpresa para los presentes fue que Grossetête los invitó a participar en una última actividad: subir a las ruinas y aplastar el cartón.

Niños y adultos se sumaron a la invitación, lo que provocó una celebración colectiva. Los pequeños correteaban emocionados, cargaban fragmentos de cartón más grandes que ellos, mientras sus padres capturaban el momento con fotos y videos.

Silvia Castillo relató cómo la obra había captado su atención desde días antes.

Fue muy bonito, casi idéntico al teatro original. Me emocionó mucho, hasta me dio un escalofrío verlo caer, comentó la mujer de 58 años, quien ha sido asidua al Cervantino durante años, aunque en tiempos recientes ha preferido disfrutar del festival desde su hogar. “Antes asistía a varias funciones, pero ahora prefiero verlas en la tele, por la inseguridad”, reconoció.