Opinión
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Dahomey
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antasmas coloniales. Mati Diop, realizadora del hechizante documental Dahomey (2024), ganador del Oso de Oro en la pasada Berlinale, es una actriz y cineasta franco-senegalesa que en 2019 sorprendió en Cannes con su primer largometraje de ficción, Atlantics, una singular evocación poética sobre la migración clandestina. Como actriz estelarizó, con Alex Descas, Cinco tragos de ron (2008), de la cineasta Claire Denis. En pocos años y con unos cuantos títulos, Mati Diop es ya una gran revelación artística. Parte del fenómeno de ese arranque fulgurante de su carrera fílmica ha sido la originalidad de sus propuestas. Considérese Atlantics, cinta exhibida fugazmente en México. En ella se narra el infortunado viaje marítimo de Dakar a España de un grupo de senegaleses en busca de trabajo. Luego de que la mayoría naufraga y perece en altamar, viene el toque fantástico de la directora que consiste en hacer que sus espíritus regresen a Senegal y tomen posesión de los cuerpos de las mujeres que allí abandonaron. La trama inverosímil pronto adquiere una lógica fúnebre. La propia ciudad de Dakar semeja una tierra de nadie, abandonada y espectral, como si todo vestigio de vida verdadera hubiera desaparecido. Algunos incendios inexplicables, un caos latente presagiando una revuelta, los propios habitantes semejantes a fantasmas, todo prolonga el duelo colectivo por la miseria local y por aquellos que deseando huir de ella han perdido la vida en un Atlántico tan hostil como pródigo en promesas falsas.

En su documental Dahomey, Mati Diop describe ahora las ceremonias oficiales del regreso al estado de Benín de 26 estatuas robadas al entonces reino de Dahomey, al oeste de África, por las tropas francesas en 1892. Como en Atlantics, la directora dota a su documental de un inesperado giro fantástico. En el laborioso proceso de ensamblado y protección de las obras para su traslado desde el Museo del Quai de Branly, en París, hasta el lugar en Benín donde las estatuas serán finalmente expuestas, las grandes tallas en madera de figuras zoomórficas que representan a monarcas del antiguo Dahomey, en especial la del decimonónico rey Ghezo, recuperan la voz, y una de ellas, la número 26, la del propio Ghezo, se vuelve narrador de la cinta. De nuevo lo inverosímil adquiere la lógica de una extraña subjetividad que narra en primera persona el desconcierto de las estatuas por su retorno, cual hijos pródigos, a una tierra de la que fueron violentamente sustraídas y que siglos después presenta una realidad en todo distinta a la aquel viejo tiempo marcado por la depredación y los abusos coloniales. Como en el corto documental de Alain Resnais y Chris Marker, Las estatuas también mueren (1953), aquí se expresan las voces del silencio, una suerte de lamento coral de 26 estatuas que en su regreso a Benín dejan atrás otras siete mil obras saqueadas que no han corrido con la misma suerte.

Otras voces sin embargo las reciben en la ciudad beninesa de Cotonú. Son las de los jóvenes estudiantes que cuestionan la demagogia del gobierno francés que en 2021 decide regresar, con la formalidad de una disculpa, una parte ínfima de los tesoros expoliados. Hay por lo menos –se reconoce– un gesto de reparación oficial de viejos agravios cometidos en tiempos coloniales, un gesto por lo demás inconcebible para la soberbia satisfecha de otros gobiernos o reinos occidentales. La fantasía documental de Mati Diop busca, en sus escasos 67 minutos de duración, establecer un puente cultural entre aquel pasado colonial y una África que cuestiona cada vez más la autoridad moral de sus antiguos ocupantes, preocupados por no ceder, en sus cálculos geopolíticos, terreno económico o cultural alguno a potencias no occidentales de lo que aún consideran sus irrenunciables zonas de influencia. El documental concluye con una mirada al Atlántico, abierta interrogación sobre las vidas de emigrantes amenazadas siempre de naufragio. Pero también termina con un acierto rotundo: ese debate circular al que se han librado los estudiantes benineses, y donde más allá de la recuperación de antiguos tesoros culturales, sobresale la necesidad de la reconquista perdurable de una identidad nacional propia.

Se exhibe en la sala 8 de la Cineteca Nacional Xoco a las 19:15 horas.