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Color y aroma
Y

a vienen los Días de Muertos y ya comienzan los preparativos para celebrarlos: hay que sacar los objetos para la ofrenda, comprar algunos nuevos y, por supuesto, las viandas y flores de cempasúchil, cuyo colorido y aroma va a guiar a los difuntos a ese lugar donde va a disfrutar de lo que le gustaba en vida.

Ahora muchos difuntos –de acuerdo con la tradición– van a pasar trabajos para encontrar su ofrenda si el cempasúchil que la viste es de semillas chinas, que han invadido el mercado. El problema es que no tiene el aroma que la caracteriza; además, no tiene el color anaranjado brillante, es más bien amarilla. De remate, muere con rapidez y sus semillas son estériles, o sea, que cada año tienen que volver a comprarlas.

Una sugerencia es que se compre la original, que viene en ramo, no en maceta, y es mucho más hermosa; cada flor es distinta entre sí, tanto en los tonos de naranja como en la cantidad de pétalos y el aroma es intenso, así apoyamos a los agricultores que todavía hacen el esfuerzo de sembrar el cempasúchil tradicional que nos heredaron nuestros ancestros prehispánicos.

Recordemos lo que en alguna ocasión escribimos: “Uno de los significados de cempasúchil en náhuatl es flor de 20 pétalos. Originaria de México, además de su utilización en las ofrendas, es una especie medicinal muy empleada en distintas partes de la República Mexicana. Se recomienda para dolor de estómago, empacho, diarrea, cólicos, tos, fiebre, bronquitis, bilis, indigestión, dolor de muelas, expulsar gases y calmar el dolor de cabeza causado por un mal aire, entre varios más.

En esta temporada alegra muchos sitios de la ciudad, entre ellos el Paseo de la Reforma, que luce miles de exuberantes flores de cempasúchil con su vivo color de sol.

Los Días de Muertos guardan tantos valores culturales que han sido declarados por la Organización de las Naciones Unidas para la Educación, la Ciencia y la Cultura (Unesco) Patrimonio Intangible de la Humanidad.

En la actualidad se colocan ofrendas en museos, escuelas y diversas instituciones públicas y privadas, costumbre que cada año se amplía, y se organizan espectáculos, desfiles y concursos.

Es apasionante conocer cómo cada entidad tiene sus singularidades; en algunas los festejos comienzan el 31 de octubre, cuando se espera a los angelitos, que son los niñitos muertos, quienes llegan al mediodía y son recibidos con flores blancas, pan, tamales de dulce, golosinas y atole.

A medianoche tañen las campanas de los templos para indicar que los difuntos grandes vienen llegando y se cambian los albos pétalos por los anaranjados de cempasúchil. Igualmente, se sustituyen los alimentos de la ofrenda para brindar los que disfrutaba en vida el finado.

El 2 de noviembre, a las 12 del día, vuelven a sonar las campanas, que anuncian que los muertos se van satisfechos. Al caer la tarde los familiares se dirigen al panteón, donde adornan las tumbas con flores y veladoras para que su luz oriente el paso del alma de los difuntos por el valle de las tinieblas, queman copal y rezan. Por último, el día 3, los parientes y compadres intercambian ofrendas.

En la Ciudad de México estas tradiciones se mantienen vivas, particularmente en pueblos del sur, como Xochimilco, Tlahuac y Milpa Alta.

Cada año se han venido incrementando las actividades relacionadas con estos días, algunas inspiradas en versiones extranjeras de nuestras tradiciones, como los desfiles de catrinas que surgieron a raíz de los atuendos que se hicieron para la película de James Bond que se filmó en la capital.

De las ofrendas que ya se pueden considerar clásicas, están las que instalan en el Museo del Carmen, en San Ángel; en la Ciudad Universitaria y en la Universidad del Claustro de Sor Juana, en el antiguo templo del convento de San Jerónimo.

Siempre vale la pena vistar la ofrenda monumental que colocan en el Zócalo. Este año lleva el nombre de Procesión del taller de arte Xibalbá. Mide 17 metros de altura con un espejo de agua de más de 200 metros cuadrados. Luce dos trajineras, una gran chinampa y un jardín de flores de cempasúchil con 10 mil plantas de productores de Xochimilco. Se complementa con 21 piezas de cartonería monumental, que tendrán de 6 a 10 metros de altura.

En la elaboración participan más de 100 artistas hombres y mujeres, entre ellos cartoneros, pintoras, escultores, soldadores y escenógrafos.