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Opiniones mañosas y por encargo
D

ecíamos en el artículo del 21 de mayo de 2023, de La Jornada, que cualquier opinión, en sí, es un medidor y una primera evaluación de la verdad sobre cualquier asunto en discusión.

La percepción correcta de una situación genera certeza y, en cuanto a la información exacta, ésta es un componente muy importante que ayuda a lograr acuerdos, o por lo menos, llegar al entendimiento. Es así como se forma la opinión pública.

Y, como manifestación de los puntos de vista de la mayoría de la población sobre un tema de interés general, la opinión pública es muestra de la libertad de la sociedad. Una ciudadanía informada es más libre y segura en cuanto a sus decisiones. Por lo menos, así debería ser.

Los puntos de vista, ya sea de gente experta, o de la comunidad en general, son valores sociales y culturales. Las diferentes expresiones nos muestran cómo vamos interpretando la realidad a través de métodos ancestrales con los que ha contado la humanidad, desde tiempos inmemorables hasta nuestros días.

Sin embargo, el método más prolífico –hasta el momento– es el propuesto por los marxistas Federico Engels y Gueorgui Plejánov, filósofos y economistas seguidores del materialismo histórico y del dialéctico. Fueron dicho pensamiento y puntos de vista los que permitieron salir del oscurantismo y de los prejuicios sociales y políticos.

Pero no todos los estratos de la sociedad han entendido el método marxista. Los prejuicios son muchos, el rechazo y el miedo a la verdad han sido las principales características de aquel sector social que defiende a sangre y fuego su coto de poder, que obstruye, por todos los medios, los cambios que pongan en peligro los beneficios de los que gozan, incluso si éstos han sido obtenidos por vías ilegales, o heredados como los máximos valores a defender, no importa si éstos carecen de ética, de legalidad, de humanitarismo o de buena voluntad cristiana.

En fin, hablamos de un egoísmo cegador. Ya sea manifiesto, oculto o como resultado de cierta ignorancia supina, el sentimiento es el mismo: no compartir las oportunidades, rechazo absoluto a quienes amenazan al estado de cosas y criminalización de aquellas y aquellos que buscan la socialización de todos los bienes materiales habidos y por haber y que, además, luchan por la igualdad de oportunidades, en libertad y sin sufrir agresiones de todo tipo sólo por el hecho de reclamar el derecho a una vida mejor.

El materialismo histórico permitió a la investigación política de los años 40 del siglo XIX, señalar las condiciones económicas que llevaron a la clasificación del mundo, de acuerdo al desarrollo y al crecimiento de los países.

Desde entonces, se entiende que la sociedad humana vivía polarizada. Por cierto, una de las acusaciones permanentes que las bancadas del PRI, PAN y MC han lanzado en contra de los gobiernos de la 4T, poniendo en evidencia su falta de lecturas e información sobre historia universal.

Viéndolo bien, seguimos estando de acuerdo con el libro El país de mentiras, de Sara Sefchovich Wasongarz, maestra en sociología y doctora en historia de México (UNAM), investigadora y experta en el tema de las ideas, cultura y discurso; expone un ejemplo bastante ilustrativo en el cual señala que las mentiras de algunos funcionarios del gabinete de Ernesto Zedillo, durante un discurso en Roma acerca de la autosuficiencia alimentaria en México, no era otra cosa que su deseo interno de que esa declaración fuese verdad. Agregamos que la mentira es el sello de identidad de los gobiernos neoliberales y de algunos anteriores a este periodo. Es una especie de escudo, aparentemente, infalible.

Y así han continuado, mintiendo y afinando su capacidad histriónica para intentar ser elocuentes, aun con falsedades de medida estratosférica. Lo hemos comprobado con las recientes generaciones de priístas, panistas y de Movimiento Ciudadano, quienes se han integrado al campo de las falsedades.

Pero la actitud más reprobable, por su agresividad, desvergüenza y falta de respeto desproporcionado en sus participaciones, es la de un senador y una senadora del PAN y dos senadoras del PRI durante las comparecencias de aspirantes a ocupar la titularidad de la CNDH, incluida la de la maestra Rosario Piedra Ibarra.

Dichas personas, cuyos nombres no vale la pena mencionar, carecen de autoridad y capacidad profesional tan necesaria para legislar. No importan sus datos curriculares, cualquier alto grado académico es invalidado por su falta de respeto a la opinión de los demás.

Colaboró: Ruxi Mendieta.

@AntonioGershens