e gustaría centrar mi entrega sobre todo en las elecciones en Estados Unidos. Pero hay dos temas relacionados con México que no se pueden evadir.
La guerra interna. Falta mucho para que Morena se convierta en un partido hegemónico. Por diversas razones –algunas cuestionables–, tiene mayoría constitucional en ambas cámaras, y en consecuencia, como se ha visto, tienden a ejercerla de manera contundente y atropellada. Pero desde una visión gramsciana la hegemonía no sólo es fuerza, sino también consenso, es sobre todo narrativa. Se podría suponer que los grandes trazos que dejó establecidos Andrés Manuel López Obrador sientan las bases de esa narrativa, que por cierto usó eficazmente. Pero el perfil de Morena no es el de un partido, sino el de un conglomerado que se parece más a un muégano cuyo dulce que mantiene pegadas las partes es el poder o el espejismo del poder. En esas circuntancias, no hay narrativa que aguante. Y eso mismo lo vimos en el sainete en el Congreso con el que nos deleitaron los ínclitos líderes mayoritarios.
La guerra en los territorios. La guerra criminal en Sinaloa, Chiapas y Guerrero ilustra la manera en que el crimen organizado, transitando en su nueva conformación como fuerza de ocupación, intenta apoderarse de los territorios con enorme violencia. En los tres casos el denominador común es la irresponsabilidad, cuando no el contubernio, de las autoridades locales con los cárteles. Es muy cínico seguir presentándonos como república federal cuando una proporción nada pequeña de gobernadores se exhiben como lo que son: irresponsables, corruptos y culeros (perdón por mi francés).
La lawfare. Ha sido común que el Poder Judicial, conservador por la naturaleza misma de sus funciones –interpretar las leyes, asegurar su cumplimiento, proteger a la Constitución–, resista y se oponga a las transformaciones radicales de las leyes, particularmente cuando proviene de las distintas variantes de las izquierdas. Se conoce como guerra jurídica, instrumentalización de la justicia, judicialización de la política o acoso judicial (en inglés, lawfare) a la utilización abusiva o ilegal de las instancias judiciales nacionales e internacionales, manteniendo una apariencia de legalidad, para inhabilitar o provocar el repudio popular contra un oponente (Wikipedia). El acoso judicial permite obtener diversos resultados, desde detener indebidamente a los adversarios políticos, paralizar financieramente y desprestigiar oponentes, hasta debilitar o deponer gobiernos, como ocurrió en Brasil con la presidenta Dilma o con el arresto ilegal del presidente Lula.
La polarización en Estados Unidos tiene orígenes diversos, algunos derivados de la propia aplicación de las medidas extremas globalizadoras que afectaron gravemente al sector manufacturero, particularmente en el Medio Oeste, como los estados de Ohio, Pennsylvania, Michigan y Wisconsin. Hay otras poderosas causas, como las modificaciones demográficas que apuntan a que, en unas cuantas décadas, la población blanca sea otra minoría más como lo son ahora los negros, los latinos y los asiáticos. Eso ha alimentado teorías conspiratorias sobre el supuesto propósito de sustituir a la población blanca por poblaciones de migrantes. Finalmente, no puede dejar de mencionarse el papel de las grandes transformaciones culturales, siendo la más importante de todas el feminismo y la aspiración a la igualdad de género.
Una apuesta. Aunque para muchos analistas serios la elección presidencial en Estados Unidos se va a definir alrededor de dos temas: migración y economía, y dos emociones: las relacionadas con el aborto y con las personalidades de los dos candidatos presidenciales; pienso que el factor crucial es la profunda división de géneros entre la población joven: las mujeres aplastantemente a favor de Kamala y los hombres jóvenes con Trump. Se trata de un clivaje que cruza razas, escolaridad y condiciones socioeconómicas. El factor clave será, entonces, la tasa de participación electoral de esta población.