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Futuro inmediato, determinante
E

stamos exactamente a 15 días de conocer al ganador o ganadora de las elecciones en Estados Unidos. Sé que a todos nos gustaría pensar que el futuro de México está fincado en lo que determinemos nosotros, los mexicanos, sobre la economía, la política, el desarrollo y el lugar de nuestra nación en el mundo. Pero no es así. Nuestra interdependencia con EU es absoluta. Lo es por razones geográficas, económicas y de seguridad; pero también por razones históricas: hay demasiado en juego, heridas que nunca sanaron del todo en el plano sociocultural, y una necesidad mutua de entendernos, que ha marcado este escarceo binacional a lo largo de dos siglos. Me atrevo a decir que nunca hemos vivido un momento donde tantas variables estratégicas se cruzaran con una elección.

Por eso el próximo 5 de noviembre es tan o más importante, que muchos hitos estrictamente nacionales. Porque de ello depende la marcha de la economía, y con ello, el éxito del proyecto político vigente, empleos, estabilidad, ánimo nacional. En dos semanas sabremos si hay que sentarse en una mesa de ratificación del T-MEC y entrar a detalles comerciales o si habrá que dar –otra vez– la batalla por salvar al principal instrumento económico de México en los últimos 30 años. Todo, durante un noviembre en el que se envía el primer paquete económico de esta administración 2024-2030. Además, está el incierto camino de la inversión y de las percepciones que para el mercado tienen los próximos meses en cuanto a la implementación de la reforma judicial y la desaparición de órganos autónomos.

Donald Trump o Kamala Harris. Ese es el volado de México al cerrar el primer cuarto del siglo XXI. Trump lleva una década siendo un fenómeno político. Ha creado una suerte de culto en EU, y esta feligresía le permite y perdona todo. Su arribo al poder representaría un nuevo golpe a las libertades civiles, como ya pasó en materia de derechos reproductivos con la Suprema Corte que él impulsó, y una vuelta al conservadurismo puritano y radical, que ha cobrado nueva vida bajo el eslogan Make America Great Again. Trump ha visibilizado y aglutinado a un EU que por muchas décadas, se nos había olvidado. Una vasta población blanca, empobrecida, furiosa con el fenómeno migratorio, envenenada por las drogas, harta del discurso progresista, insatisfecha económicamente, y sí, racista, que le da cuerpo y sentido a este movimiento mitad chovinismo, mitad nostalgia. Pero la religión Trump no sólo son blancos anglosajones, aunque predominan. Hay muchos latinos decepcionados de las promesas de los demócratas, y que además ven en Trump la posibilidad de cerrar la puerta a otros latinos, y reducir así la presión que sienten todos los días. Todo un fenómeno sociológico.

Del otro lado está Kamala Harris, quien entró al quite tras la histórica decisión de Joe Biden de bajarse de la contienda, y que, con ello transformó una contienda que estaba cantada para Trump, a una en donde nadie sabe, a ciencia cierta, quién va a ganar el 5 de noviembre. Harris representa a ese otro EU: el multicultural y multirracial. Hija de inmigrantes de India y Jamaica, educada en la cultura del esfuerzo, formada como fiscal de distrito en California, defensora de derechos civiles y de los derechos reproductivos de las mujeres, ha dado la pelea en los últimos meses de una forma que pocos esperaban. Ha sido combativa, directa, estratégica. Ha logrado sacar a Trump de balance, quien después del atentado fallido en su contra, creyó tener el triunfo en la bolsa por segunda vez.

Hoy el futuro de la potencia económica número uno se debate en siete estados: Nevada, Carolina del Norte, Georgia, Pensilvania, Wisconsin, Arizona y Michigan. Harris aventaja en cuatro de esos siete: Nevada, Pensilvania, Wisconsin y Michigan. Pero su ventaja es menor al margen de error. Es decir, no hay nada para nadie a estas alturas. Ni en la Casa Blanca, ni en otro espacio definitivo: el Congreso.

Los últimos días han sido un despliegue de estrategias propagandísticas interesantes: Kamala Harris visitó la catedral de la derecha mediática de EU: Fox News, y la agresividad del entrevistador fue tal, que ella salió fortalecida. Trump fue a Univisión, a un formato abierto donde latinos le hicieron preguntas directas. De ese tamaño es el interés de los republicanos en el voto latino, que el presidente que más ha estigmatizado a la población hispana tiene que ir a un canal de televisión latino a pedir el voto. México se la juega en un volado dentro de 15 días. Esa es nuestra realidad. El miércoles 6 de noviembre se pondrá fin a la pausa.