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Música mexicana, mucha y buena
L

a Patria ha sido agraviada e insultada, y nuestra soberanía peligra. Primero, los españoles; después, los daneses, y ahora los suecos, que nos menosprecian al no conceder al inefable Dr. Simi el tan anunciado, tan esperado y, sobre todo, tan merecido Premio Nobel de la Paz. La nación sufre. En patriótico desagravio, fui el pasado fin de semana a la sala Nezahualcóyotl a escuchar un muy buen programa cien por ciento mexicano, con la Orquesta Filarmónica de la Universidad Nacional Autónoma de México (Ofunam), dirigida por Juan Carlos Lomónaco.

De inicio, la partitura titulada Liminalidad del vacío, de Sonia Rodríguez González. Contra la hipertrofia de decibeles que es tan usual hoy día, la compositora se vale eficazmente de distintas modalidades del silencio para dar a su obra un sugerente perfil dramático. Hay aquí un buen entramado de gestos potentes y tensiones sonoras que dan coherencia a una estructura de atractivos perfiles constructivos al interior de la cual hay lugar para un poco de azar (libertad de ejecución, pues). El vehículo de todo ello, una orquesta mediana (maderas y metales a uno) bien balanceada, a la que Rodríguez González aplica interesantes momentos de búsqueda de sonoridades, que culmina sorprendentemente con la participación de las voces de los instrumentistas, bien integradas al discurso global.

En segundo lugar, un clásico de nuestra música nueva: el Primer concierto para violín de Manuel Enríquez, encomendado a Adrián Justus en la parte solista. Obra fundamental de la madurez de Enríquez, este concierto es habitado a la vez por una distintiva personalidad individual y por fugaces elementos de otros importantes conciertos para violín de la época; es decir, los modelos aludidos son de alta credibilidad. Adrián Justus, gran conocedor de la obra (suya es la grabación de referencia), tocó con un preciso equilibrio entre austeridad y expresión, con técnica depurada y notable atención al fraseo y articulación de una parte solista ciertamente demandante.

La tercera obra de programa se presentó en estreno mundial: Formid 1, de José Luis Hurtado. Se trata de una pieza pensada y realizada cabalmente a partir de un enfoque preciso y detallado sobre la orquesta como masa sonora. Me explico: en varios de sus mejores momentos, la obra de Hurtado deja la clara impresión de ser un concierto para orquesta deconstruido y cuidadosamente analizado. Por cierto: se trata de una orquesta de grandes dimensiones, lo que ha permitido al compositor explayarse en la construcción de planos sonoros variados y distintos. En cuanto a la dramaturgia, Formid 1 permite percibir claros contrastes entre una abigarrada e hiperactiva materia sonora y la amplitud de largas líneas en forma de arco. Hay en la pieza de Hurtado una buena cuota de gestos reiterados (no, nunca escribí minimalismo) que provocan atención y proponen unidad. El compositor explota, en el sentido noble del término, a los metales de la orquesta, en una energética aproximación a un heavy metal sinfónico. Las grandes pausas que delimitan la estructura de la pieza constituyen otro acierto en Formid 1 y, a la distancia, conectan esta obra con la primera del programa.

Festiva conclusión a este programa mexicano con la Fanfarria y fantasía de Samuel Zyman, en la que las esperadas alusiones a formas y estructuras tradicionales se combinan con referencias a ciertas fanfarrias célebres del siglo XX. Se perciben por igual elementos de expresión mexicana (cero nacionalismo, que quede claro) con la presencia más evidente del espíritu de Americana noblemente arraigado en la música de Aaron Copland, así como el uso de robustos ostinati como fuerza motriz. Dos cosas más: la Fanfarria y fantasía de Zyman tiene rasgos indudables de gran música de cine, y la brillante orquestación es lo que sigue de impecable.

Para escuchar toda esta música mexicana, una afluencia decente en la sala Nezahualcóyotl, buen rendimiento de la Ofunam con algunas cosas a corregir y perfeccionar, y una muy profesional preparación y conducción de Juan Carlos Lomónaco, sobre todo en circunstancias de repertorio nuevo y complejo, y ensayos reducidos. ¡Y con tres compositores presentes para escuchar sus obras!