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En Las indignas, las mujeres perpetúan el machismo en un mundo desolador

Ojalá que el libro genere cambios individuales y una nueva mirada sobre nuestra realidad, dice Agustina Bazterrica en entrevista

 
Periódico La Jornada
Sábado 19 de octubre de 2024, p. 3

En un mundo posapocalíptico devastado por guerras por el agua, catástrofes ambientales y el gran apagón, la escritora argentina Agustina Bazterrica (Buenos Aires, 1974) transporta a los lectores a un futuro desolador en su novela más reciente, Las indignas, publicada por Alfaguara.

Con su característico estilo perturbador, que ya dejó huella en el memorable Cadáver exquisito, la autora presenta una historia narrada desde el confinamiento de mujeres sometidas a los dogmas de un culto religioso opresivo.

La trama gira en torno a la vida en la Casa de la Hermandad Sagrada, donde varias mujeres son controladas por una despiadada Hermana Superiora y una entidad omnipresente conocida sólo como Él, figura misteriosa que domina desde las sombras.

En este escenario de sumisión, la protagonista relata clandestinamente su experiencia y registra en las noches lo que sucede dentro de esos muros: torturas, sacrificios y ceremonias rituales escalofriantes.

El cambio climático es un hecho; lo que planteo en la novela es algo que se está gestando. Si no hacemos algo para revertirlo, tanto a escala individual como global, enfrentaremos guerras por agua y otros desastres inevitables, explicó Bazterrica en entrevista con La Jornada.

Este temor, que va tomando forma en la narrativa de la autora, es palpable en el deterioro del mundo exterior en la trama, donde los animales y la naturaleza han desaparecido casi por completo, y los días alternan entre el frío glacial y un calor sofocante.

Sin embargo, no sólo el entorno apocalíptico marca la vida de las mujeres en la Casa de la Hermandad Sagrada, también la dinámica de poder y castigo dentro de la hermandad es brutal. A medida que éstas compiten por ascender en la jerarquía, se ven obligadas a someterse a pruebas crueles de dolor y autoflagelación aprobadas por la Hermana Superiora.

Para Agustina Bazterrica, este sistema de castigo y dolor refleja una meritocracia del sufrimiento que está presente en varias estructuras sociales actuales, sobre todo en las instituciones religiosas. El patriarcado no es sólo una cuestión de género; hay mujeres que perpetúan el machismo de manera inconsciente o consciente y se benefician de él, añadió.

La autora subrayó que su experiencia personal –en un colegio religioso alemán– influyó profundamente en la construcción del universo de Las indignas. Fui a un colegio de monjas donde el castigo y la culpa se utilizaban como amenazas para generar sumisión.

Esta vivencia alimentó su crítica a las instituciones religiosas que, en la novela, se manifiestan en la forma de un culto que utiliza el miedo y el control como herramientas para mantener el orden. Mi experiencia fue negativa, pero agradezco haber pasado por ella, porque me permitió escribir esta obra, añadió.

La escritura puede ser una vía de libertad incluso en los contextos más opresivos, como ocurrió con el autor cubano Reinaldo Arenas, quien continuó escribiendo a pesar de haber sido encarcelado y perseguido por el régimen castrista. Sin la literatura, él no habría podido sobrevivir.

Bazterrica también explora la dualidad de la competencia y la alianza entre las mujeres. Aunque parecen luchar entre sí por sobrevivir y ascender en la jerarquía del culto, la amistad femenina emerge como forma de resistencia subrepticia.

“Esta competencia y alianza entre ellas en un entorno tan oscuro no es algo exclusivo de las religiones. También se da en sectas o grupos coercitivos donde se ofrece una recompensa –en este caso, la iluminación– a quienes se someten a las reglas, mientras a quienes desobedecen se les amenaza con el castigo.”

Inspirada por la obra de la teórica feminista Silvia Federici, la escritora argentina profundizó en el rol de las mujeres en la perpetuación del machismo y cómo la sociedad las condiciona para ello. “Durante siglos, fuimos restringidas en nuestra capacidad de decidir sobre nuestros cuerpos, nuestros roles y nuestras vidas.

“A diferencia de Cadáver exquisito, esta novela tiene un registro más poético. Quiero que el lector sienta que, aunque estoy contando una historia llena de horror, lo hago con belleza. Ojalá que este libro genere reflexiones, cambios individuales y una nueva mirada sobre nuestra realidad.”