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Economía moral

Dictadura sobre las necesidades. La visión de György Márkus sobre el socialismo realmente existente en el siglo XX / II

S

in duda, continúa diciendo György Márkus (GM) en Dictadura y cuestiones sociales (FCE, 1986), el redescubrimiento tardío del mercado como la panacea de todos los problemas sociales entre los intelectuales liberales de los países ‘socialistas’ de Europa oriental (PSEO), es teóricamente ridículo e ideológicamente representativo de pequeños grupos del aparato de dominación. Pero el que tengan a veces amplia resonancia popular, es testimonio no sólo de la falta de conciencia de clase del proletariado, sino una prueba de que sin limitar de algún modo el mecanismo de la economía de mando, sin desmantelar su omnipresencia y omnipotencia, no es posible restringir el poder del aparato burocrático. GM sostiene que, aunque la demanda de una más amplia introducción de principios de mercado no pueda evaluarse en términos de su significado social real en términos abstractos, generales, su popularidad es indicativa del intento de eliminar el tutelaje del Estado en materias básicas de la vida privada. Una monetización consistente de las diferencias en ingresos reales dice GM, haría visibles las desigualdades existentes, lo que es precondición para su control desde abajo. La irracionalidad absoluta de la aclamada lógica de planeación se expresa en el desperdicio (valores de uso sólo nominales) y en el pasmoso desarrollo del improductivo aparato de organización y control. Una de las lecciones básicas derivadas de las experiencias de los PSEO, es que la oposición diametral entre planeación y mercado es falsa y debe trascenderse tanto en la teoría como en la práctica. Es una fetichización del mecanismo económico per se como parte de la ideología legitimizadora del sistema de dominación, en el cual los productores directos carecen totalmente de poder en la formulación e implementación de las decisiones económicas y políticas –ésta es la tesis crítica de todas las teorías de las sociedades de transición (TST). Pero esta tesis se suplementa inmediatamente con la afirmación de que el Estado sigue siendo, de algún modo, el Estado de los trabajadores (que la dictadura es su dictadura). Esta desconcertante noción de la dictadura de la impotencia se explica en las TST en términos de las diferencias observables en la situación de los trabajadores entre el occidente capitalista (CPL) y el Oriente socialista (SCL): ausencia de desempleo, mayor seguridad en el empleo y la imposibilidad de intensificar el trabajo al grado en que ocurre en las empresas capitalistas modernas, son los argumentos más frecuentes al respecto. Aunque aceptásemos estas afirmaciones, lo único que probarían sería un cierto grado de control negativo por parte de los trabajadores sobre las condiciones de su empleo. Esto está muy lejos de un gobierno de los trabajadores. Esta resistencia espontánea y atomizada (detener la producción, fabricar productos defectuosos) sería impotente en un ambiente capitalista, pues los trabajadores que lo hicieran serían simplemente despedidos, lo que apunta a una diferencia subyacente en la posición social de los productores en ambos sistemas.

Los autores de las TST hacen notar que los administradores de una empresa socialista no son capitalistas que sean propietarios de los medios de producción y que puedan disponer de ellos como quieran y que su relación con el personal de la fábrica no es sólo un contrato temporal que ambas partes puedan revocar en cualquier momento. Son los delegados de un Estado que sostiene representar los intereses y el objetivo de la clase trabajadora y de toda la población. Las TST se niegan a ver esta afirmación como mera apología que disfraza una relación esencialmente CPL entre el Estado como empresario colectivo y los trabajadores como meros asalariados. El paternalismo de Estado es una característica esencial del proceso de reproducción en estas sociedades e impone límites definitivos a los medios de compulsión económica y, por tanto, al poder real de la administración en la empresa, límites ajenos al CPL. Donde la TST falla, y al hacerlo se vuelve apologética, es que pone atención sólo a un aspecto de la modificada situación económico-social de la población trabajadora. Se rehúsa a ver la interconexión entre el paternalismo, que reduce el poder de la administración a nivel de empresa con el enormemente aumentado poder administrativo del aparato burocrático del Estado, que establece los salarios en toda la economía. La crítica a la TST resulta inadecuada e insuficiente porque no toma en cuenta que, a pesar de todo, el Estado sigue siendo un Estado de los trabajadores ya que impide el renacimiento del capitalismo. La conceptualización de la TST en su conjunto depende del supuesto que la única alternativa al CPL es el SCL. La TST entonces intenta demostrar que los PSEO no son CPL y, en opinión de GM, logra demostrarlo. Pero tampoco pueden ser vistos como sociedades SCL. Entonces estas sociedades no son otra cosa sino combinaciones inestables entre CPL y SCL, transiciones interrumpidas. Las sociedades en las que la producción y el consumo tienen un carácter social nacional (no localmente restringido) y dinámico sólo pueden asegurar las condiciones de su reproducción de dos modos: 1) a través del mercado, lo que presupone la existencia de unidades productivas independientes, basadas en la propiedad privada; 2) a través de un plan central que dirige la producción al transformar todas las unidades productivas en meras unidades técnicas. GM arguye que, siguiendo a Marx con cuidado, sólo hay dos maneras en que se puede conceptualizar la realidad social en la que los mecanismos de mercado están presentes, pero subordinados a la planeación: concebir la planeación despótica no como socialista, sino como la lógica del mercado en condiciones de extrema centralización, esto es como capitalismo de Estado; o concebir planeación y mercado como combinaciones inorgánicas precarias e inestables: la TST. GM concluye este inciso sobre la TST señalando que la URSS ha mostrado un grado de continuidad política y social similar comparable con los más estables estados capitalistas, a pesar de condiciones difíciles tanto externas (la guerra) e internas. Esta capacidad de reproducción y cambio tendría que ser explicada por una teoría crítica. GM destaca la gran transición que ha involucrado el alejamiento de un sistema masivo de terror preventivo a una forma tradicional de gobierno oligárquico, así como el alejamiento de la más directa dictadura sobre las necesidades, hacia una autonomía de los individuos como consumidores y la lenta pero sostenida institucionalización del aumento en el nivel de vida de la población como parte de la función-objetivo global del sistema. La estructura y desarrollo de la producción y, por tanto, los límites de satisfacción global de las N siguen siendo determinadas por las decisiones no controladas de un aparato de poder separado. La capacidad para autorreproducirse no excluye la posibilidad de las crisis. Las crisis en los PSEO son diferentes a las crisis capitalistas. En los PSEO, las crisis adoptan la forma de colapso político. Una vez que la resistencia popular es rota por la fuerza externa, el aparato de dominación es fácilmente reconstituido. Hay muchas razones para suponer que una nueva y global crisis se acerca a los PSEO, concluye GM.