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El Nobel imposible
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Mahmoud Darwish jamás le hubieran dado el Premio Nobel. Ya parece que la estirada (aunque se modernice cada medio siglo) Academia sueca, autoproclamada autoridad mundial en la literatura, iba a voltear hacia un país negado, o al poeta mayor de una lengua culta que hablan tan sólo 300 millones de personas. Pertenecía a un país inexistente. O él no existía en el país donde nació, pues en Israel fue una persona presente ausente (sic oficial) por haber nacido ahí en 1942, seis años antes de la Nakba, el desastre causado por la creación del único Estado europeo en el Medio Oriente.

Uno de los verdaderamente grandes poetas del siglo XX, lejos de ser un no-Nobel paradójico tipo Borges, Joyce, Proust y ese etcétera que tanto le gusta a la gente, Darwish era un Nobel imposible. Y lo seguiría siendo si viviera (1942-2008). Poeta total como Boris Pasternak y Federico García Lorca, resultaba incomparablemente más incómodo para la cultura occidental que administra las distinciones mundiales de la literatura. No fue un opositor al Estado de Israel, sino mucho más. Encarnaba la herida abierta de Palestina; a través suyo se veía la dimensión del crimen cometido, sin que nadie lo impidiera, contra su pueblo.

Recupero aquí el bosquejo que hacen de Darwish sus traductores al inglés, Munir Akash y Carolyn Forché: “Nació en la aldea de Birwe, en el distrito de Acre, en la alta Galilea, Palestina, el 13 de marzo de 1942. Cuando tenía seis años, el ejército israelí ocupó y posteriormente destruyó Birwe, junto con otras 416 aldeas palestinas. Para salvarse de las masacres subsecuentes, la familia emigró a Líbano. Un año después retornaron al país ‘ilegalmente’ y se establecieron cerca de Dayar al-Asad, demasiado tarde para ser considerados entre los palestinos sobrevivientes que habían permanecido dentro de las fronteras del nuevo Estado.

Los palestinos quedaron bajo dominio militar y fueron sometidos a un complicado amasijo de reglas de emergencia. No podían viajar en su propia tierra sin permiso, ni por lo visto el niño Darwish, de ocho años, podía recitar un poema de lamentación en la fiesta escolar por el segundo aniversario de Israel sin despertar la ira del gobernador militar. En adelante, el niño debió ocultarse cada que aparecía algún oficial israelí. Durante sus años escolares, y hasta que abandonó el país, en 1970, Darwish sería encarcelado varias veces y frecuentemente vejado, siempre por los mismos delitos de recitar sus versos en público e ir sin permiso de aldea en aldea.

Aunque ha sido traducido a muchas lenguas, y sigue siendo inmensamente popular en el mundo árabe, cometió el delito de desnudar la inhumanidad bíblica de los invasores desde el humanismo intenso de una poesía personal, nacional y universal. Su obra es sensual y amorosa, trágica; tierna, pero rabiosa; fraternal, pero irreductible en sus principios en favor de la nación palestina. Formó parte de la Organización para la Liberación de Palestina; colaboró, pero después rompió, con Yasser Arafat.

Se opuso tanto al colonialismo de Israel, Europa y Estados Unidos como al terrorismo, a la corrupción y al fanatismo religioso de los gobernantes palestinos y la cobardía de los países árabes. No aduló, no obedeció, no claudicó. Defendió en cuanto pudo a su pueblo.

En esta, la hora más negra de Palestina en toda su historia, resulta necesaria la lectura de Memoria para el olvido: Agosto, Beirut, 1942, verdadera obra maestra sobre un día en la vida de un hombre llamado Adán, bajo los atroces bombardeos del ejército de Israel sobre la ciudad sitiada, refugio de centenas de miles de palestinos y en esa época escenario de una guerra civil donde las fuerzas cristianas fundamentalistas estaban al servicio de Israel, país que les permitió, y luego encubrió, las matanzas en los campamentos de refugiados Sabra y Chatila.

Los avatares de este Bloomsday bajo la metralla en Beirut nos pone literal y detalladamente entre los escombros, en el flujo de conciencia de un hombre acosado por el miedo, la indignación y las necesidades más primarias como una taza de café. Existe una versión al castellano en Ediciones de Oriente y del Mediterráneo (España, 2005). La edición aquí considerada es la traducción al inglés de Ibrahim Muhawi en colaboración con el autor (Memory for Forgetfulness: August, Beirut, 1982. University of California Press, 1995).

La odisea de este Adán sucede un 6 de agosto. En el Día de Hiroshima, el poeta escribe bajo el estruendo en la ciudad sitiada y destruida. Identificado con el héroe épico original de la historia humana, el largo poema-relato se inicia con él despertando al amanecer y concluye cuando al fin se va dormir al final del día. Lo que sucede entremedias es una gran desgracia, la misma que hoy muestran impávidamente los noticieros. El testimonio de Darwish, como diría Edward Said, se corresponde con la ironía misma de la contraposición Palestina-Israel. Aquí, las clásicas víctimas de años de persecución antisemita y Holocausto convierten a su nación en victimaria de otro pueblo, haciéndolo víctima de las víctimas. (Continuará.)