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Cuadernos de La Habana

Suave Patria

Q

ué había pasado en la vida de aquel político veracruzano con el que el embajador Bosques se encontró en 1937.

Una larga carrera política se había acumulado para su viejo amigo, mientras él fue incorporado al servicio diplomático y ya eran capítulos pasados los de la guerra, el refugio en Marsella y los miles que huían de la ocupación y la guerra civil, la prisión en Bad Godesberg, los años en Portugal y la pausa de Suecia.

Portes Gil pasó por el gobierno de Veracruz como secretario de Gobierno, oficial mayor de la Secretaría de Gobernación, la gubernatura de su estado, volvió a la capital, solicitando licencia al Congreso veracruzano, y en 1948 asumió la titularidad de la Secretaría de Gobernación.

Atajó conflictos; eficiente operador, fue labrando un peldaño aún más alto en su carrera política. Se hizo reconocer por su frase: No siembro para mí, siembro para México.

Cuando se inicia la auscultación para seleccionar a Adolfo Ruiz Cortines como candidato a la Presidencia, en 1951, no hubo duda en pensar que él era el hombre necesario.

Don Adolfo tenía una sabiduría política natural. Conocía a los hombres que lo buscaban o que lo rodeaban, y también tenía muy buen humor, y lo sabía sobrellevar.

Se cuenta que un político tamaulipeco le contó su deseo de ser presidente municipal de su pueblo, a lo que Ruiz Cortines contestó: ¿Pero cómo me dice que quiere ser presidente municipal, si usted jamás en su vida ha trabajado?

De inmediato el atrevido le contestó: Precisamente por eso, señor Presidente, ¡imagínese todas las energías que tengo acumuladas!

El Presidente, que realmente le tenía afecto, hizo lo posible para que fuera candidato: le agradaban las respuestas rápidas e ingeniosas y así lo era él también.

Otra historia parecida es la de otro político local que perdió una elección, y, al saberlo, Ruiz Cortines lo buscó, y como si se enterara en el momento lo recibió con una sorpresiva exclamación: ¡No me diga, compadre, no me diga que perdimos!

Como buen veracruzano, era irónico y malhablado en privado. Se cuenta que en una ocasión dijo: Mira, los viejos hablan de lo que hicieron, los pendejos de lo que van a hacer; por lo pronto, haz las cosas como debes, y no te anticipes.

La otra que se conoce: Joven listo tira a pendejo; viejo pendejo tira a listo.

Hablaba así sólo delante de los que le inspiraban confianza; se dice que cuando lo hacía, con una mueca picaresca, volvía la mirada al respaldo de la silla presidencial y, dirigiéndose al águila del escudo nacional, se disculpaba diciendo: Perdón, investidura. Ese era el Presidente que me llamaba de regreso a mi país y a un nuevo destino, pensó Bosques.

Seguimos empacando y me aparecen las páginas que me persiguen:

“Diré con épica sordina:
La patria es impecable y diamantina.
Suave Patria: permite que te envuelva
en la más honda música de selva
con que me moldeaste todo entero…
Suave Patria: te amo no cual mito,
sino por tu verdad de pan bendito…”

* Embajador de México en Cuba