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Kris Kristofferson, por los buenos tiempos
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▲ Kris Kristofferson en vivo en el Roskilde Festival 2013.Foto Wikimedia Commons
 
Periódico La Jornada
Sábado 5 de octubre de 2024, p. a12

Había una vez un boxeador que era albañil, conserje, piloto de helicópteros, as del emparrillado con el ovoide y ganaba yardas como ganaba experiencia en sus muchos oficios de los cuales el que más amaba era el de contar historias.

En realidad, era un literato. Amaba la poesía de William Blake y estaba convencido de que narrar historias es un ejercicio espiritual.

Era un hombre de izquierda, un luchador social, un humanista, y esa es la única razón que se me ocurre pensar frente a la indiferencia por su deceso, hace unos días, a pesar de ser una celebridad del mundo del espectáculo porque participó en un filme que pasó a la historia, con Barbra Streisand a su lado: A Star is Born.

El ominoso silencio ante su muerte se debe sin duda a que se trata de uno de esos personajes incómodos para el sistema. Un subversivo.

Kris Kristofferson es el nombre de este personaje de novela. Héroe y antihéroe. Intenso, sincero, honesto, solidario, con un sentido del humor espléndido y una humildad como persona y un ingenio único que lo hizo tomar rumbos espontáneos para lograr sus objetivos, como el de hacerse conserje de una disquera para poder estar cerca de uno de sus héroes máximos: Bob Dylan, quien prácticamente vivía en esos estudios de grabación preparando, durante noches enteras, enfundada su mirada en gafas negras, una de sus obras maestras: Blonde on Blonde, mientras nuestro personaje lo observaba en silencio y aprendía, como el buen autodidacta que siempre fue.

Y es que nuestro héroe era muy simpático, tímido, ocurrente, gracioso, carismático y creativo. Ah, y muy guapo.

Su encuentro con Bob Dylan se transformó en una amistad entrañable y un trabajo profundo de colaboración, entre otros como compañeros en el filme Pat Garret and Billy the Kid, de 1973, dirigido por su amigo Sam Peckinpah. Terminaron siendo tan cuadernos de doble raya que le enjaretó un papel de nombre simpatiquísimo, como él: Alias, y a su compañera de canto, Rita Coolidge, el papel de María; él fue el protagonista: Billy the Kid, y James Coburn la hizo del malo de la película, el sheriff Pat Garret.

Además, Bob Dylan escribió la música para esa peli y es el autor del soundtrack, donde destaca el himno dylaniano Knock Knock Knockin’ on Heaven’s Door.

Ambos, Dylan y Kristofferson, admiraron profundamente a William Blake. Ambos, Kristofferson y Dylan, usaron el pie yámbico que aprendieron del maestro de ambos: William Shakespeare. Los dos escribieron poesía.

La admiración era recíproca. Era un acto natural de Dylan cantar y grabar en discos las canciones que escribía su querido amigo Kris Kristofferson. A su vez, Kristofferson se expresaba así de Dylan: Él abrió para todos nuevas puertas hacia maneras diferentes de escribir canciones. De repente, nos dimos cuenta de que en realidad estábamos escribiendo poesía, que adoptamos la actitud del poeta y adquirimos una rara, personal, privada imaginería.

En su novela Las afinidades electivas, Johann Wolfgang von Goethe describe ese acto cuando dos personas se buscan el uno al otro, se atraen, se ligan uno con otro y resurgen enseguida de esta unión íntima en una forma renovada e imprevista.

Imprevistas las siguientes manifestaciones de la afinidad electiva que sucedió entre Bob Dylan y Kris Kristofferson, evidentes en varias de las obras maestras de ambos.

Elijamos como ejemplo el himno Me and Bobby McGee de Kristofferson cuando entona el verso siguiente:

Freedom’s just another word for
nothin’ else
to lose

Y ahora escuchemos a Dylan entonar el siguiente verso de su himno Like a Rolling Stone:

When you ain’ t got nothin’, you got
nothing
to lose

Afinidades electivas, diría Goethe.

Observemos ahora el poema Help Me Make it Through the Night, de Kristofferson, en sus versos iniciales:

Take the ribbon from your hair
shake it loose and let it fall
layin’ soft upon my skin
like the shadows on the wall
come and lay down by my side
till the early mornin’ light

Que nos llevan a las siguientes líneas del himno Lay, Lady, Lay, una de mis piezas favoritas de Bob Dylan:

Lay, Lady, lay
lay across my big brass bed
stay, lady, stay
stay with your man awhile
until the break of day

Entona el aeda Kristofferson:

Toca y suelta la cinta que junta tu pelo, estremécela suavemente en caída lenta sobre mi piel en un baile sincopado con las sombras que nos reflejan en la pared. Ven, tiéndete a mi lado toda hasta que nos moje la temprana luz del día.

Cantila el bardo Dylan:

Yace, nena, llena toda la llanura de mi enorme cama férrea. Quédate así, nena, toda con tu hombre hasta que rompa la penumbra el día.

El pie yámbico les asiste a los dos juglares, el ritmo les es propio, la magia de Eros y la delicadeza del amor es lo que celebran, el uno en el anhelo del verso blanco, el otro en el retozo de la aliteración a lo James Joyce: lay across my big brass bed.

Las afinidades electivas.

He aquí al poeta Kris Kristofferson, hermano del alma del poeta Bob Dylan.

La vasta discografía de Kristofferson está llena de poesía. Sus creaciones son tan exquisitas que no solamente Dylan las incluyó en sus conciertos y en sus discos, también lo hicieron Janis Joplin, Elvis Presley, Gladys Knight, Carly Simon, The Grateful Dead, Isaac Hayes, Ronnie Milsap, Jerry Lee Lewis, Marianne Faithfull, et al.

He ahí la importancia del poeta Kris Kristofferson, cuya música suele catalogarse como country, cuando en realidad estamos frente a otro caso craso del género maestro por antonomasia: el folk, que es un estado del alma, una manifestación artística que implica compromiso social, calidad literaria, profundidad en el mensaje con música. Dignidad.

Kris Kristofferson es, al igual que Bob Dylan, uno de los grandes representantes de la cultura folk, esa nación emparentada con el espíritu jipi, que es sinónimo de libertad, sabiduría, anhelo de un mundo mejor.

Kris Kristofferson es uno de los gigantes del gran movimiento de la contracultura.

Son incontables los gestos humanísticos que profesó Kristofferson en su larga y benéfica vida. Su apoyo a las buenas causas, su lucha contra los poderosos, los violentos, los abusivos.

Siempre estuvo del lado correcto de la Historia.

Por eso se manifestó contra la guerra, la codicia, el dinero mal habido, las trampas de la industria de la música, los misóginos (como cuando defendió en un escenario a su hermana del alma Sinnead O’Connor, mientras ella era atacada por fanáticos y le dijo, citando el verso de una de sus canciones: “don’t let the bastards get you down”), su apoyo a pueblos oprimidos, su posición siempre del lado de los pobres, los solos, los vulnerables. Y por esos motivos, los medios de comunicación al servicio del poder que ven en la acción de publicar lo que publican solamente una manera de ganar dinero, guardaron silencio hace unos días cuando nuestro héroe abandonó el cuerpo físico y pasó a la inmortalidad.

Lo que verdaderamente importa es que los poetas siempre escriben la verdad y nos ponen espejos frente a nosotros cuando los leemos y cuando los escuchamos, aedas como son, cantar sus poemas.

Cantemos junto a Kris Kristofferson:

Freedom’s just another word for
nothin’ else
to lose
And feelin’ good was enough for me

Porque con sentirnos bien es más que suficiente. No tenemos nada más qué perder.

Brindemos por Kris Kristofferson, por los buenos tiempos:

Lay your head upon my pillow,
hold your warm and tender body
close to me
hear the whisper of the raindrops
blowing soft against the window
and make believe you love me one
more time
for the good times

Tiende tu testa sobre mi almohada, cobíjame con el calor y la ternura de tu cuerpo y escucha el susurro de las gotas de lluvia que soplan susurrando en la ventana y dime que me amas otra vez. Por los buenos tiempos.

Hasta siempre, camarada.

X: @PabloEspinosaB

[email protected]