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Crónica de la histórica investidura

La Presidenta, su fiesta y los contornos del poder
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▲ Claudia Sheinbaum Pardo rindió protesta como presidenta de México para el periodo 2024-2030.Foto Marco Peláez
 
Periódico La Jornada
Miércoles 2 de octubre de 2024, p. 5

En el principio fue una letra, la letra A. Sólo lo que se nombra existe, planteó la Presidenta de México en su primer discurso.

La 4T llevaba un buen rato haciendo sentir su mayoría abrumadora en el recinto de San Lázaro, en una ceremonia que fue fiesta, de despedida y de bienvenida.

Con la letra A ya bien puesta, Claudia Sheinbaum inició el despliegue de los contornos de su poder, y lo hizo con un acto de generosa lealtad: sin resquicio alguno elogia la obra y la figura del hombre que acababa de despojarse de la banda presidencial, Andrés Manuel López Obrador.

Uno de los grandes, el dirigente político y luchador social más importante de la historia moderna, el mejor presidente de México.

El recinto se cimbró, otra vez, con el clásico grito: es un honor estar con Obrador.

Siguió la Presidenta: en lo que hace al cariño de la gente , la figura de López Obrador es sólo comparable con Lázaro Cárdenas.

Entre los invitados, y en su calidad de jefe de la oficina de la Presidencia, estaba Lázaro Cárdenas Batel, quien no aplaudió una sola vez cuando los legisladores morenistas recibieron al presidente saliente.

Poco antes, la maestra Ifigenia Martínez había cumplido, arropada por López Obrador y Sheinbaum Pardo, y a sus 94 años, la encomienda de recibir y entregar el símbolo del poder presidencial.

Tras el reconocimiento sin fisuras a López Obrador, la recién estrenada Presidenta se refirió al futuro inmediato de su antecesor: “se retira de la vida pública como un demócrata y maderista, a seguir luchando desde otra trinchera, a escribir… ha sido un honor luchar con usted; hasta siempre, hermano, amigo, compañero...”

El discurso de Sheinbaum –de 45 minutos, en virtud de que su mensaje más importante estaba reservado para el Zócalo– fue antecedido por una larga despedida que prodigaron las y los legisladores de la 4T: gritos, pequeños tumultos, ganas de tocarlo, fotos a granel.

Del otro lado, en las filas opositoras, no hubo gritos ni pancartas ni abucheos. Por la mañana, las protestas estuvieron afuera del Palacio Legislativo, en los piquetes de trabajadores del Poder Judicial que gritaban: ¡dictador, dictador!, detrás de los cordones policiacos.

La algarabía de Morena y sus aliados contrastaba con la silenciosa civilidad de los opositores, que pasaron seis años denunciando el infierno y callaron cuando tuvieron enfrente al diablo mayor.

En la investidura de la primera mujer presidenta, las oposiciones se limitaron a negar los aplausos.

Antes de la llegada del saliente y la entrante, los grupos parlamentarios fijaron posiciones. Los representantes de las oposiciones hablaron en distintos tonos, con una coincidencia que se puede resumir en tres palabras: busquemos la reconciliación.

Con Movimiento Ciudadano, pronunció la ex gobernadora Ivonne Ortega, Sheinbaum tendrá sororidad, no complicidad. El PRI sabe dialogar, aclaró Alejandro Moreno. Todas las intervenciones de los grupos parlamentarios, incluyendo la de Ricardo Monreal (¡coordinador, coordinador!, gritan los suyos a la menor provocación, o sin ella), fueron escuchadas en medio del jolgorio, con las y los legisladores dándose abrazos y tomando las fotos del recuerdo.

En otro sector del recinto, los aplausos, que los hubo, fueron mesurados. Se trataba del palco A, vecino del espacio para dignatarios extranjeros y destinado, para decirlo pronto, a los machuchones.

Era el lugar para nombres como Alejandro Baillères, Altagracia Gómez, Roberto Alcántara, Bernardo Gómez, Olegario Vázquez Raña, Daniel Chávez, Rogelio Zambrano, Carlos Hank González, Emilio Azcárraga y Carlos Slim, por mencionar algunos. Varios de ellos volteaban a ver con cara de extrañeza al periodista Federico Arreola, incluido a saber por qué en la lista de esa sección.

Desde el palco A, algunos invitados del poder económico observaban con cierta molestia el festejo mitinero de la 4T, y algunos otros detalles. Por ejemplo, a la ministra Norma Piña, presidenta de la Suprema Corte, quien durante todo el discurso de Sheinbaum mantuvo un codo sobre el mueble, en actitud retadora o sobria, según se quiera ver, y que acusó recibo del mensaje sin hacer gestos.

Si el objetivo hubiera sido que la presidenta controlara la Suprema Corte, hubiéramos hecho una reforma al estilo (de Ernesto) Zedillo. No. Eso es autoritarismo, nosotros somos demócratas. Queremos que se termine la corrupción en el Poder Judicial.

Norma Piña se ubicó en el sitio correspondiente al Poder Judicial en la tribuna. Ocupó su lugar y no volteó a ver a López Obrador. Desde el sonido pidieron a los asistentes ponerse de pie porque la Presidenta arribaba. Pero la llegada se demoró y mientras todo era fiesta alrededor del mandatario saliente, la ministra estaba ahí, de pie y solitaria, hasta que diputadas panistas se percataron de la escena e hicieron fila para apapacharla.

Llegó la Presidenta. Antes de tomar la palabra, se acercó a Piña y la saludó de abrazo y beso. Las líneas duras del discurso vendrían después. Las nuevas formas, las formas de la A, habían comenzado.