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Negocios y Empresas

Guerra y poder

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al como señaló Aristóteles hace más de 2 mil años, el hombre es un animal político. En consecuencia, busca el poder, el dominio sobre sus semejantes, el control de la sociedad y la naturaleza. El poderoso impone sus condiciones y recurre a todos los medios a su alcance para lograrlo, desde la diplomacia hasta la violencia, por lo que la guerra siempre acompaña al ser humano y así será por los siglos de los siglos.

Por ello, no sorprenden las guerras de Israel con sus vecinos palestinos y países que los acompañan, ni la de Rusia con Ucrania. Se trata del ejercicio del poder en el que los más fuertes imponen sus condiciones a los débiles. Ambos conflictos se justifican a través de ideologías, de religiones o de agresiones reales o imaginadas. Pero lo que hay detrás es el deseo de controlar territorios y personas para concentrar riqueza y poder entre los vencedores.

Las guerras actuales siguen patrones del pasado y contrastan con el dominio que ejercen las potencias modernas sobre otras sociedades. Países ricos como Estados Unidos, Japón, China y naciones europeas dominan al mundo por medio de la diplomacia y el mercado, a través de la venta de mercancías, de inversiones y de financiamiento a todo tipo de proyectos productivos.

En cambio, Israel y Rusia no son grandes potencias económicas, y en lugar de ganar presencia a través del mercado, lo tratan de hacer por medio de las armas, de la muerte y del despojo de territorios que no les pertenecen, pero que reclaman como si fueran propios.

Lo que perdura en las relaciones internacionales es el dominio de unos pueblos sobre otros; así ha sido siempre. Parte de la riqueza generada a nivel global se traslada a las zonas dominantes. Para lograr este objetivo hay dos caminos: la diplomacia y la guerra. Cuando no prosperan las negociaciones entre los pueblos, la muerte y la expropiación de territorios es la última instancia para apropiarse de la riqueza ajena.

Esto es lo que hay en el fondo de estos dos conflictos y lo que justifica la multiplicación de inversiones en tecnología y en armamento para la guerra por parte de las grandes potencias, uno de los negocios más redituables en estos momentos de gran incertidumbre internacional.