Opinión
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Ciudad perdida

El primer piso de la transformación

T

ermina hoy un sexenio al que le pueden cargar todos los calificativos que cada quien quiera, pero que si se toman en cuenta sus resultados será, para la historia, uno de los más importantes para el país.

Resultados, hechos, eso es lo que más vale, y por más que se diga serán esos, los hechos, los que hablen de qué pasó con el país durante el gobierno de López Obrador.

Es innegable que el trabajo tuvo que ser muy azaroso. El neoliberalismo creó sus instrumentos de resistencia, sus redes de protección. Se trataba de permitir elecciones con resultados hasta contrarios a sus estrategias de negocio y aceptar, si fuera el caso, el triunfo de la oposición mientras no se perdiera el poder que residía en algunas manos fuera del control de la estructura política del país.

Y así como el Poder Judicial, que grita su autonomía con la voz de su patrón, impedía que las leyes pudieran favorecer, de alguna manera, a las mayorías, de la misma forma dieron pie a la creación de las organizaciones no gubernamentales siempre listas a inhibir las tareas del gobierno cuando éstas lastiman alguno de sus negocios, o cuando desnudan los ilícitos impunes que se cometen desde la trinchera de la sociedad civil, donde también se cubren en nombre de la Iglesia otros grupos que dicen buscar la paz y alimentan el conflicto.

En fin, de aquellas marchas en las que se buscaba la justicia para todos, a la industria del chantaje que se vive ahora, hay diferencias que ya pesan en el ánimo de casi todos.

La no represión como estrategia de gobierno exige esfuerzos y talentos que no siempre se encuentran entre los funcionarios de gobierno, eso hay que decirlo, pero hay marchas, plantones y cierre de calles y avenidas que no buscan la solución de un problema, sino enfrentar al gobierno y provocar un acto de represión.

Según las cifras manejadas, en el suelo de la capital del país se efectúan cerca de 10 protestas cada día, muchas de ellas podrían tener solución en las alcaldías, otras están convertidas en la razón de ser de liderazgos espurios, y algunas más pertenecen a movimientos políticos contrarios al ejercicio de gobierno.

Los partidos políticos no son garantes de los intereses que dicen defender algunas ONG, y por ello, aunque llevan el mismo rumbo, no trabajan públicamente juntos, pretenden que se entienda que los organismos sin partido no tienen la carga de corrupción que soportan los que están debidamente registrados ante el INE.

Total, el primer piso del gobierno de la 4T se terminó, deja baches, sí, pero también deja un país un tanto más justo. Las obras tangibles expresan, se quiera o no, el trabajo de seis años.

No se trata de los ataques y los contrataques que marcaron buena parte del camino, no, se trata de que ahora hay más de 200 universidades, de que el desempleo bajó a 2.5 en el primer trimestre de este año, de que por fin al sur del país se le dio un trazo de desarrollo.

La intriga fracasó, las inversiones extranjeras, por ejemplo, dieron fe de la confianza de los capitales en la estabilidad económica del país y las leyes se han ido adecuando a la exigencia de un país más justo.

El México de 2018 no es el mismo, para bien de las mayorías.

De pasadita

Esta noche, en el último minuto de septiembre, el país quedará en manos de la primera mujer electa como Presidenta de México. Claudia Sheinbaum ya se declaró lista para asumir la responsabilidad y tiene claro el camino por el que debe guiar al país. Qué así sea.