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Justicia, anillos, poder
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ara que haya mayorías, tiene que haber minorías. Son las minorías, su existencia política, las que constituyen un régimen de mayorías.

Como ha sido evidente, al menos en la última década, el debate político-ideológico ha estado entre las propuestas que promueven y refuerzan la existencia de democracias liberales, constitucionales; y las que hacen lo propio con las llamadas democracias de mayorías, democracias plebiscitarias. Los dos polos son figuras discursivas, porque en ambos casos hay múltiples matices y deformaciones.

Urbinati. Regreso a la politóloga italiana y a uno de mis más recientes textos. Primera reflexión: la democracia de partidos ha sido desplazada por una democracia de audiencias. La política se ha escindido de la sociedad y ha descartado su función mediadora.

Los muchos contra los pocos. Segunda reflexión de Urbinati: los muchos han perdido las organizaciones con las que podían luchar políticamente. Pero en el siglo XXI proliferan luchas constantes de los muchos contra los pocos –entendiendo a los pocos bajo dos parámetros: los económicamente poderosos (la oligarquía) y los políticamente poderosos (los partidos y sus representantes que se han escindido de la sociedad)–.

Rosanvallon. El historiador francés autor de La contrademocracia y La sociedad de los iguales, y próximamente por publicar el libro Las instituciones invisibles, explica en una entrevista a Le Nouvel Observateur (27/9/24): La democracia no es solamente un régimen político, es también una forma de sociedad. Es un modo de gestión de los conflictos, pero ahora las tensiones no son sólo clasistas, también son conflictos de identidad, de dignidad, de respeto. Los instrumentos de la democracia liberal no están bien aceitados para enfrentar ese nuevo tipo de conflictos.

Las instituciones invisibles. Cuando se habla de instituciones se piensa en primer lugar en instituciones gubernamentales o bien las grandes instituciones tradicionales como la escuela, las familias, las iglesias. Pero Rosanvallon lleva sus reflexiones acerca de lo que llama las instituciones invisibles, que sin embargo determinan la salud de las democracias: la confianza, la legitimidad y la autoridad. Es más fácil definirlas en negativo añade: sin confianza, los intercambios se bloquearían, sin legitimidad, los regímenes políticos se derrumbarían y sin autoridad, se hundirían en la anarquía. Pero es más difícil plantear sus interacciones a favor de fortalecer la democracia. Ese es el propósito de su nuevo libro. Vislumbra un camino que rechaza las soluciones facilonas. Algunas medidas esenciales y concretas pueden reducir la desconfianza y reestablecer autoridades, como la transparencia y la colegialidad.

Democracia social. Para Urbinati el hecho de que podamos diferenciar dos concepciones claramente distintas de la democracia –una que llama social y otra que designa como minimalista– no implica que la concepción social esté reñida con los procedimientos. Muy por el contrario, quienes, siguiendo a autores como Bobbio y Kelsen, se sitúan como Urbinati en los términos de una democracia social, asumen que los procedimientos constituyen parte sustantiva de la democracia. Pero la democracia no se agota en los procedimientos.

Minimalista. La lectura minimalista, de acuerdo con Urbinati, considera que los ciudadanos son individuos que sólo se reúnen y se asocian cuando lo precisan, por lo que reduce la democracia al momento del voto y la elección de los representantes.

Qué debe importarnos. Para Urbinati lo decisivo para la salud democrática es la igualdad. Y añade: ¿cuál es la igualdad que nos importa a nosotros como personas de izquierda?, una igualdad que asuma la pluralidad social y el conflicto. En la tradición de Maquiavelo, pero también de Piero Gobetti, el conflicto es una palanca de libertad.

En mí última entrega ejemplifico las variantes de las democracias con políticos contemporáneos. Macron, Meloni y Lula.