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Los de abajo

Nada detiene a los padres de los 43

N

o sé qué miedo tenían de que la marcha completa llegara al Zócalo. ¿Dónde está aquella democracia que pregona este gobierno que se dice humanista?, se pregunta en el mitin principal en el Zócalo capitalino Mario González, padre de César Manuel González, uno de los 43 normalistas desaparecidos el 26 de septiembre de 2014. Don Mario luce enojado, harto. La democracia, advierte, la utilizan nada más cuando les conviene. Pero para nosotros no existe. Y remata: ¿por qué tanto odio a los 43 padres?

A lo largo de toda la masiva marcha que partió este jueves del Ángel de la Independencia, el reclamo principal fue contra el Ejército y el encubrimiento presidencial. Diez años después de los hechos de Iguala, los padres y madres no saben dónde están y qué pasó con sus hijos. Esa es la única verdad irrefutable. Por la avenida 5 de Mayo, a una cuadra de llegar a un Zócalo iluminado por el nacionalismo de las fiestas patrias, aparece la primera valla de concreto resguardada por un puñado de policías.

El autobús que encabeza la marcha se detiene, detrás vienen los padres, madres y otros familiares de los 43, acompañados por el obispo Raúl Vera y el padre Gonzalo Ituarte. Se atrevieron a cerrarnos el paso, dice doña Cristina Bautista, madre de Benjamín Ascencio Bautista. Después ingresan los normalistas de Ayotzinapa, también por el costado de la valla, y atrás vienen los cientos de estudiantes del resto de las escuelas normales del país. Ellos empiezan a brincar el gris obstáculo, pero no pierden el orden. A la agresión responden con dignidad y disciplina.

A estos 43 padres de familia no nos van a detener esos pedazos de bloque. La marcha es pacífica, esta gente lo que quiere es caminar con los 43 padres de familia, reclama don Mario, quien finaliza su participación advirtiendo que si el gobierno entrante piensa hacer esto, nosotros vamos a seguir luchando, pero no le vamos a dar tanto tiempo como se lo dimos a este personaje que desafortunadamente nos traicionó.

Un 43 hecho con 43 piedras que dos muchachos transportaron en bolsas desde el Campo Marte descansa en la plancha del Zócalo al final de la movilización, a los pies de la luminosa águila devorando una serpiente. Esto no ha terminado.

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