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Nosotros ya no somos los mismos

Democracia y justicia social, banderas de la juventud saltillense // El candidato del rostro malqueriente// Amor con amor se paga

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Nos prometen agua potable en nuestras llaves y sólo nos llegan escasos chorritos, y eso, porque somos el ojo de agua, exclamó el orador del pueblo: Perfecto Delgado.Foto Francisco Olvera
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ápida contestación a mi saltillense amigo Indalecio López, a quien le intriga por qué me retiraba del acto político en el que había aceptado participar. Cuando toda la lista (enorme) de tribunos había llegado a su fin y solamente quedaba pendiente tu servidor y amigo, el maestro de ceremonias comenzó el anuncio de un individuo a quien otorgaba títulos y méritos de excepción. Oír esa descripción me convenció de inmediato que, sin explicación, había sido injustamente sustituido y en medio de mi inevitable indignación decidí realizar altivo mutis y retirarme de escena.

Cuando ante mi asombro descubrí que el locutor se estaba refiriendo a mí, un garrudo custodio me sembró frente a los micrófonos. Y ya, sin pa’ dónde hacerme, comencé a hacer algunas referencias gratas de nuestra común ciudad, que fueron calmando lo participativo de la audiencia. Por ejemplo, me referí a un hecho de nuestra vida cotidiana al que ya por costumbre ni siquiera se le registra, ni menos se le da importancia alguna: la nomenclatura de las calles, callejones, parques, calzadas y avenidas del Saltillo antiguo, fundacional, está conformada por los nombres de los mexicanos más distinguidos en los hitos esenciales de nuestra historia. Tal vez esto influya para que la juventud saltillense sea innatamente independentista, liberal, republicana, democrática, revolucionaria, y que sus banderas hayan sido, y sigan siendo, la democracia y la justicia social. (Esta última frase arrancó el único aplauso espontáneo en mi favor durante toda la noche).

Ya encarrerado iba a seguir por este camino, pero el maestro de ceremonias, virtualmente dio un zarpazo y se apoderó del micrófono diciendo: “Gracias, muchas gracias al valioso joven que esta noche nos ilustró con sus amplios conocimientos y por el manejo del idioma…” Con estas palabras me sacó del ring y me mandó a vestidores, no sin antes recibir felicitaciones y semiabrazos del candidato y acompañantes. Salía del escenario cuando topé con el orador estrella encargado del cierre del acto. Mientras el locutor decía: “Con ustedes la voz que habla por cada uno nosotros, la voz que dice lo que pensamos todos, lo que es lo mismo, tiene palabra el orador del pueblo: Perfecto Delgado”.

Lo examiné con curiosidad, asombro y, para qué negarlo, con rencor. Era corpulento, ventrudo, desfachatado y sin afeite de meses, rostro malqueriente y mirada (como diría el Piporro), muy pesada. Y ¡Oh sorpresa! también rengo o paticojo. Para igualar la diferencia entre sus piernas, usaba un zapato de gruesa madera y de unos 20 centímetros de largo. Se afianzó en la tribuna y dijo: “Hijos… del Ojo de Agua, ¿No nos habíamos visto antes? ¡Claro!, contestaron los presentes, al unísono. Entonces todos los que estamos aquí ya sabemos que venimos a escuchar las mismas mentiras de cada tres años o díganme si no. Me presentaron como Perfecto Delgado ¿y ustedes me ven delgado con esta barriga que me llega a las rodillas? ¿Piensan que soy perfecto con una pata que está tan mal hecha que de ese lado no hago tierra sin ayuda del tronco que traigo amarrado? ¿Soy orador, cuando las palabras que me sé son bien poquitas? Pero eso sí, siempre las uso para decir claridades aunque con eso las amistades no sean muchas.

“¿Después de esto –continuó– les vamos a volver a creer, que ahora sí nuestro barrio va a ser el consentido de la ‘autoridá’, porque en nuestras casillas es donde más votos consiguen? ¡Claro que no! Nos prometen agua potable en nuestras llaves y sólo nos llegan escasos chorritos, y eso, porque somos el ojo de agua. Limpia de los drenajes que están a reventar y las inundaciones se dan cada día más seguido, las luminarias en las calles son tan escasas que en la noche no reconocemos ni a nuestras viejas (hoy diríamos también, y viejos). Las escuelas las reconstruimos nosotros con materiales que nos proporcionó la presidencia municipal y están a toda madre, pero lo más importante fue el trato directo y personal que nos dio Valdés Villarreal, que siempre nos recibió en sus oficinas y nos acompañó a nuestras fiestas tradicionales. Con nosotros siempre ha sido cuaderno de doble ralla, reconozcámoslo y hagamos honor a una costumbre muy de nosotros: amor con amor se paga (como ven, nada es nuevo en esta lengua). Nosotros jamás votaremos por los apretados de Acción Nacional...” Continuará…

Perdón por el abuso de tanta palabrería. El próximo lunes el epílogo será muy breve, sólo lo indispensable.

@ortiztejeda