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72 Festival de San Sebastián
Una muerte y el fin del mundo
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▲ Fotograma de The End, película de Joshua OppenheimerFoto
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yer fue un buen día para la competencia. De la cineasta española Pilar Palomero había visto sus anteriores Las niñas (2020) y La maternal (2022), que no me convencieron. Ahora me ha sorprendido con su tercer largometraje, Los destellos. En términos de anécdota, la película puede resumirse simplemente como los últimos días de la vida de un hombre. Punto. El mérito está en la forma.

La narrativa abre centrándose en la figura de Isabel (Patricia López Arnaiz), quien remodela casas viejas para venderlas. Un día recibe la visita de su única hija, Madalen (Marina Guerola), quien le informa que su padre, Ramón (el infalible Antonio de la Torre), sufre graves problemas cardiacos. Aunque vive con Nacho (Julián López), su nueva pareja, la mujer se preocupa por su ex marido y hace lo posible por acompañarlo en su agonía.

Los destellos es una película de lenta cocción. Espectadores impacientes, absténganse. No esperen grandes momentos ni revelaciones sorprendentes. Palomero adopta un tono literalmente crepuscular para hablar de la vida y la muerte, nada menos. De lo que abandona un ser humano al morir y la huella que ha dejado en su entorno. En un momento de distracción campirana, Ramón encuentra una piedra con un fósil. Es dudoso que sus abundantes escritos gocen de ese tipo de trascendencia.

La forma como la realizadora resuelve su deceso es ejemplar. No hay últimas palabras testamentarias. No hay ni siquiera un previsible último aliento en cámara. El hombre ha dejado de existir y les toca a otros deshacerse de su cuerpo y sus múltiples pertenencias.

Si la sencillez formal es la apuesta de Palomero, el otrora documentalista estadunidense Joshua Oppenheimer opta en The End (El fin), su primera película de ficción, por la ambición desmedida. Se trata de una fantasía apocalíptica musical, si tal cosa puede concebirse.

En este año de los musicales improbables –con Emilia Pérez, de Jacques Audiard, a la cabeza de la tendencia–, Oppenheimer nos sitúa en vastos túneles donde vive una familia cantarina. De hecho, la última familia sobreviviente de la catástrofe no especificada que ha eliminado a la especie humana. Son los padres (Tilda Swinton y Michael Shannon), el hijo adolescente (George McKay), una chef (Bronagh Gallagher), un doctor (Lennie James) y un mayordomo gay (Tim McInnerny). Ellos se han procurado un hábitat que les provee de comida y obras de arte para alimentar cuerpo y espíritu. Y han durado así más de dos décadas. El equilibrio lo rompe una joven negra (Moses Ingraham) que ha logrado colarse a su mundo.

A través de múltiples canciones –demasiadas, a mi parecer– que emulan el estilo del musical de Broadway, con arreglos kitsch dignos de Mantovani, los personajes cantan sobre diversos temas –la culpa de haber sobrevivido, sobre todo– con una evidente teatralidad, aunque la dirección de arte de la danesa Jette Lehmann y la fotografía del ruso Mikhail Krichman añaden vistosidad al asunto. Mientras, Swinton y Shannon sorprenden con su sofisticado desempeño vocal (¿existe algo que ella no pueda hacer?).

Con el odio arraigado que hay en México por el musical tradicional, The End podría provocar éxodos masivos en las salas donde se exhiba. Bah, ellos se lo pierden.

X: @walyder