ás allá de la retórica antinmigrante, en tiempo de elecciones y campañas, la verdad histórica es que los partidos Republicano y Demócrata van más o menos parejos en cuanto a sus políticas migratorias y cómo afectan a los mexicanos y migrantes de otros países.
Para empezar un balance de las últimas cuatro décadas, hay que señalar que en 1986 la propuesta bipartidista de Simpson (D) y Rodino (R), de la reforma migratoria conocida como IRCA, fue muy beneficiosa para los migrantes, especialmente los mexicanos. Pero el que se llevó el crédito fue el presidente republicano Ronald Reagan.
Esta ley promovió una amplia amnistía para migrantes que tuvieran una residencia de más de cinco años de antigüedad, entre otros requisitos, así como para trabajadores agrícolas. En total se legalizaron 3.2 millones de migrantes, de los cuales 2.3 fueron mexicanos. IRCA proyectó de manera radical la presencia mexicana y aseguró el futuro de la comunidad en Estados Unidos.
Esta ley consolidó no sólo la presencia de migrantes, sino de familias, y permitió la reunificación legal y los procesos de naturalización. En la actualidad se naturalizan en promedio 110 mil mexicanos anualmente y otros 170 mil reciben la residencia cada año. De este modo, la presencia de migrantes legales es cada vez más fuerte, lo que ha cambiado radicalmente el panorama de la presencia mexicana en Estados Unidos.
Diez años después, en 1996, los legisladores se arrepientieron de haber amnistiado a los migrantes y se promulgó la ley antinmigrante IIRAIRA, que empieza con las letras “ilegal inmigration reform…”, que posibilita la persecución de migrantes en Estados Unidos y dio pie a los estados para promulgar leyes persecutorias, como la de Arizona SB 1070 y otras similares. El mérito se lo llevó el demócrata Bill Clinton, que firmó la ley.
En 2001, el presidente republicano George H. W. Bush era proclive a una reforma migratoria integral
, la llamada enchilada completa
, pero todo se vino abajo con el ataque terrorista de septiembre y promulgó la ley Patriota, que endureció la vigilancia en la frontera y el ingreso de inmigrantes.
En 2009 llegó a la presidencia el demócrata Barack Obama, con muchas promesas de una reforma migratoria, pero se convirtió en el llamado deportador en jefe
al batir el récord de deportaciones, con 3 millones en sus ocho años. No obstante, promulgó la ley de protección a los niños migrantes indocumentados (DACA) que habían llegado de chicos y que estudiaron y se socializaron en Estados Unidos.
En 2016 llegó a la presidencia el republicano Donald Trump, quien fuera invitado a México por Peña Nieto, siendo candidato, quien se dedicó a humillar a los migrantes mexicanos, afirmando que eran delincuentes, traficantes y violadores. Su peor patraña fue la de separar familias solicitantes de asilo y enviar a los niños a instituciones, sin ningún cuidado y registro adecuado. También fomentó la separación de familias por medio de denuncias y la actuación directa del ICE, en Estados Unidos. Fomentó miedo e incertidumbre en la población indocumentada, pero no pudo desmantelar el apoyo a los Dreamers ni los programas de estatus temporal protegido.
Para variar, hizo algo nunca visto, la de amenazar y chantajear a México en 2019 con imponer aranceles si no controlaba el flujo migratorio, para lo cual tuvo que intervenir la Guardia Nacional mexicana y reducir el flujo de 130 mil a 30 mil.
Con el demócrata Joe Biden la relación bilateral cambió, pero no así los flujos de migrantes venezolanos, haitianos, cubanos, centroamericanos y mexicanos; los flujos mensuales de capturados por la patrulla fronteriza llegaron a 230 mil, pero siempre hubo disposición a negociar. Su propuesta de ley migratoria, consensuada con los republicanos, afectaría seriamente a los solicitantes de refugio, entre otras medidas, pero Mr. Trump la boicoteó para no darle esa ganancia a Biden.
Veremos qué pasa, con Trump más de lo mismo y recargado; con Kamala Harris, quien fue nombrada zar de la migración, pero no hizo un buen papel y, al parecer, Alejandro Mayorkas tuvo que tomar el liderazgo. Para empezar, tendrían que sacar adelante en el Congreso la propuesta legislativa de reforma migratoria y refugio que ya tienen elaborada.
En los hechos, ambos partidos han sido muy duros con la migración indocumentada, aunque después de la barbarie de Trump, la fama de menos malos se la llevan los demócratas.