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72 Festival de San Sebastián
De acosos y venganzas brutales
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▲ La realizadora española Iciar Bollaín, en el certamen cinematográfico de San Sebastián.Foto Afp
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i las buenas intenciones se premiaran, la realizadora española Iciar Bollaín ya tendría varias Conchas de Oro en su haber. Pero no es así. Su más reciente película, Soy Nevenka, peca del mismo didactismo del resto de su obra, simplificando un tema que merecía bastante más.

Se trata del caso real de Nevenka Fernández (Mireia Oriol), una mujer española que en 2000 sufrió el constante acoso sexual de su jefe (Urko Olazabal), el alcalde de Ponferrada, hasta que decidió llevarlo a juicio. Como esto ocurrió antes del movimiento del #Me Too, la protagonista padeció también del ataque mediático y se sintió obligada a vivir fuera de su país. Como nos informa un letrero final, fue el primer caso en España de un político sentenciado por acoso.

Todo eso lo cuenta Bollaín con su habitual esquematismo maniqueo. Aquí los buenos son buenos, y los malos, malos. No hay cabida para la ambigüedad en su relato. No ayuda que la actriz Oriol está aún muy verde y su interpretación es de una sola nota. En cambio, Olazabal está muy convincente como el típico depredador de oficina, manipulador, chantajista y dado a falsos actos de contrición.

Quien se interese en este caso, hará bien en consultar más bien la serie documental Nevenka, de Maribel Sánchez-Maroto, que se exhibe en Netflix. Ahora bien, la prueba de que Soy Nevenka consigue parecer importante, fue la gran ovación que el público donostiarra le brindó en su primera función.

La otra concursante del día fue Hebi no michi ( El camino de la serpiente), un remake que el cineasta nipón Kiyoshi Kurosawa ha hecho en Francia de una película anterior. No conozco ese antecedente y me pregunto cuál sería el interés de repetirla en otro contexto.

El caso es que es un thriller de brutal violencia sobre una mujer, una doctora japonesa (Kô Shibasaki), que ayuda a un hombre (Damien Bonnard) a encontrar a las personas de una fundación secreta que asesinaron con saña a su pequeña hija. El dúo se dedica a secuestrar sucesivamente a tres sospechosos y torturarlos para que revelen la identidad de él o los asesinos.

En un principio, la película es intrigante y, bajo la música ominosa de Nicolás Errèra, consigue crear una sensación de misterio y cierto pavor. Pero la repetición de un patrón de acciones opera en demérito del asunto. Conforme avanza hacia su insatisfactorio desenlace, E l camino de la serpiente pierde verosimilitud …y sentido, también.

Para salvar el día, acudimos a la sección Perlak a ver Ainda estou aquí ( Aún estoy aquí), de Walter Salles, su regreso a filmar en su natal Brasil tras dieciséis años trabajando en el extranjero. Ganadora en Venecia al mejor guion, la historia es un álbum familiar épico, basado en hechos reales.

En 1971, en plena dictadura militar, la familia Paiva sufre la desaparición de su padre Rubens (Selton Mello), secuestrado por agentes paramilitares. Le toca a su valiente esposa Eunice (Fernanda Torres, espléndida) mantener un frente de calma y dignidad frente a sus cinco hijos.

La película va de menos a más. Comienza con escenas demasiado enfáticas de la felicidad familiar: escenas de baile, playa, risas, música pop, jajaja. Pero una vez que ocurre el arresto de Rubens, la narrativa adopta un persuasivo tono sombrío, paranoide de persecución y opresión militar. La familia Paiva no se repondrá jamás de esa pérdida, a pesar de los esfuerzos de Eunice por salir adelante. Dos elocuentes y conmovedores epílogos redondean ese retrato.

X: @walyder