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Cuadernos de La Habana

Ese día cayó en domingo*

A

maneció nublado. Por toda la ciudad se esparcía la seguridad de disfrutar de un día de descanso, de vida lenta. Las calles de Estocolmo permanecían sin movimiento alguno.

Di lectura a los diarios y sus suplementos semanales. Había una reseña sobre la exposición organizada por la embajada de piezas precolombinas que nos había facilitado el Museo Nacional de Antropología.

Una gran muestra de la cultura mexicana a través de esta colección de esculturas de deidades mexicas, olmecas y mayas que se organizó con la ayuda de Fernando Gamboa, buen amigo, que se sumó con entusiasmo a la idea de mostrar en esas lejanas latitudes los valores de nuestro país.

La nota de prensa recordaba que había asistido el rey Gustavo VI Adolfo, en la que participó también el arqueólogo sueco Sigvald Linné, que trabajó en Teotihuacan.

Casi tres años de embajador en Suecia y concurrente en Finlandia se pasan rápido. Han sido años de trabajo intenso pero muy diferentes los vividos en Francia en plena guerra, con todos los problemas con los refugiados y las dificultades para sacarlos exiliados a México.

Fueron miles los que tuvimos que salvar. Año y medio mi familia y yo detenidos, encerrados en una casona en las afueras de Berlín junto con todo el personal del consulado de Marsella.

Nuestros hijos pequeños aún vivieron, al igual que nosotros, las inclemencias del enclaustramiento alemán que se ufanaba de vengarse del salvador de perseguidos, de españoles republicanos y de antifascistas franceses, y especialmente de judíos que escapaban de la demencial obsesión nazi.

Estos años en el norte de Europa han sido de restauración, de recuperar la convivencia familiar que añorábamos. Portugal fue para nosotros un respiro después de las batallas por el asilo en Francia, pero no fue suficiente.

El trabajo en los países nórdicos nos dio el respiro que deseaba para mi familia y también para realizar varios proyectos culturales de importancia para nuestro país.

Quería destinar parte del día para ordenar mis papeles y escribir varias cartas pendientes.

Deseaba contar cómo se transformaba esta vida nuestra de errantes por el mundo, contar que habíamos aprovechado esta misión con satisfacción y resultaba productiva y prometedora.

Deseaba traducir la realidad de la vida cotidiana nórdica, cómo se avanza en la búsqueda de la seguridad social y mejora de la calidad de vida.

También quería expresar cómo se vive otra dimensión del tiempo, que palpita de otra forma, la luz y la noche marcan un ritmo para nosotros novedoso.

Aquí la vida parecería más lenta, más larga que la eternidad.

En eso llaman a la puerta y recibo el telegrama cifrado urgente que viene de México:

379- Señor Presidente, desearía confiar a su amplia experiencia diplomática el puesto de Cuba, para nosotros tan importante, promoviéndolo al cargo de embajador en La Habana. Punto. Rogándole decirme si aceptaría a fin proceder solicitar beneplácito de estilo. Punto. Felicitándolo, afectuosamente. Padilla Nervo, canciller, 26 de julio de 1953.

La historia y la vida están hechas de misterios, de sorpresas. El mismo día de la invitación a viajar a Cuba como embajador se realiza el asalto al cuartel Moncada por Fidel Castro y el grupo rebelde. Dos vidas cambian en sorprendente cruce de caminos. Dos destinos se funden.

Día fundacional para Cuba, el inicio del proceso revolucionario que transformaría la historia de la isla y el anuncio de un nuevo capítulo en la vida diplomática, en la historia de vida de Gilberto Bosques Saldívar y su familia. Nacían al mismo tiempo.

Sorpresas te da la vida ¿azar o destino?

Puedo haber olvidado cantidad de otras cosas, pero ese día no lo olvidaré jamás.

Ese día cayó en domingo.

* Este es el primero de una serie de textos sobre la vida del gran embajador de México Gilberto Bosques

** Embajador de México en Cuba