Política
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Sin consenso
S

egún las crónicas de los medios de EU, al inicio del debate Kamala- Trump, ella se le acercó para saludarlo y le dijo: Tengamos un buen debate. Trump respondió: que te diviertas. Fue lo que ella hizo, festejaron esos medios; aunque también destacaron el impacto más bien marginal del debate sobre el resultado electoral.

Una ganancia inesperada del debate fue, quizá, el probable inicio del descrédito de las narrativas con mentiras desorbitadas, payasadas estrafalarias suplantando al argumento político. La actitud, la gestualidad, los comentarios de Kamala, durante el debate, habrían desacreditado la verborrea trumpista sobre los médicos que ejecutan bebés (así defiende Trump su postura sobre el aborto); los criminales venezolanos enviados a EU desde prisiones y manicomios, la inflación de 21 por ciento, o los inmigrantes haitianos comiéndose las mascotas de los pobladores de Ohio.

La migración ha sido, por más de un siglo, un problema que el gran imperio es incapaz de resolver. A las dificultades y bloqueos fronterizos atizados por Trump a las personas migrantes, éstas respondieron en octubre de 2018 con la organización de la primera caravana; es ahora la forma de la migración. En mayo de 2019 Trump respondió a su vez con un manotazo sobre la mesa, aplicando aranceles extraordinarios a las exportaciones mexicanas. ¿Fue eso una solución? Si Trump gana la elección veremos un problema que provocará diferencias políticas más agudas con México.

Kamala defiende un discurso dis­tinto al de Trump, pero con ella tendremos el mismo problema sin solución, a pesar de la encomiada integración económica de México a EU. Peor aún, cada vez es menos claro el futuro de la integración debido a la fracturación del consenso bipartidista sobre el internacionalismo liberal globalista de la política exterior de EU. Ese consenso dominó desde el inicio de la segunda posguerra. La postura de Trump y del Partido Republicano de hoy son la expresión nítida de que ese consenso se ha fracturado. Y no es un asunto ideológico.

Las políticas de EU en el exterior ya no encajan con sus condiciones internas. La desindustrialización y el vaciamiento de la clase media, las décadas de extralimitaciones en el exterior y la hiperglobalización, la afluencia de inmigrantes y los cambios en la composición demográfica del imperio han vuelto a revivir las pulsiones aislacionistas dominantes hasta antes de la segunda guerra. Al tomar posesión del gobierno en enero de 2017, Trump dijo: “Los hombres y mujeres olvidados de nuestro país ya no serán olvidados. A partir de este momento, será America first. Cada decisión sobre comercio, sobre impuestos, sobre inmigración, sobre asuntos exteriores, se tomará para beneficiar a los trabajadores estadunidenses y a las familias estadunidenses”. Prometió liberar al gobierno de EU de las cargas exteriores y centrar atención y recursos en el frente interno. Trump puede sonar disparatado en todo momento, pero esa visión nacionalista tiene hoy seguidores internos en números suficientes para elegirlo. Volver la mirada hacia el interior posee hoy un gran consenso social.

Durante mucho tiempo los internacionalistas liberales dominaron la escena. Biden pertenece a ese amplísimo segmento de los dirigentes políticos del Partido Demócrata con esa visión apremiante: somos el líder indispensable. El 28 de junio de 2022, en la cumbre de la OTAN en Madrid, por primera vez el presidente de EU, Joe Biden, fijó el nuevo propósito superior de esa organización: “En esta cumbre hemos reunido a nuestras alianzas para hacer frente tanto a las amenazas directas que Rusia representa para Europa como a los retos sistémicos que China plantea para un orden mundial basado en reglas…” Según ese discurso geopolítico, EU encabezaría la lucha de las democracias contra las autocracias. Un discurso plenamente enclavado en el viejo consenso internacionalista bipartidista hoy inexistente.

No obstante, debido a las tendencias militares del presente, a los misiles balísticos intercontinentales, a la interdependencia económica global, a la interconexión del ciberespacio, al cambio climático y un nutrido etcétera, el distanciamiento de EU del liderazgo internacional y la vuelta a la actuación aislacionista, no son para EU opciones admisibles.

El imperio se debate sin consenso interno cuando está a punto de renovar el poder del Estado. Miradas internas afirman que, para Kamala, EU hoy carece de la capacidad, voluntad y legitimidad para determinar los hechos del mundo como lo hizo. Que ella estaría de acuerdo en colaborar con China, mientras compiten vigorosamente. Respecto a Rusia, ve el conflicto en términos legales (resolubles) de una violación de la soberanía ucrania por Rusia, mientras Biden lo ve en términos morales y políticos. Por lo que hace a Israel, Kamala es más sensible a las violaciones israelíes del derecho internacional (cometidas con la complicidad de EU) en Gaza y Cisjordania.