De consumir sin desperdicios
uando los ciudadanos mexicanos viajamos, nos sorprende favorablemente la limpieza de las urbes del llamado primer mundo, pero no nos traemos la lección a casa: nos decimos: qué bonito es por allá
, y aquí tiramos (un nosotros
inclusivo por solidaridad) y dejamos que los niños lo hagan, si no es que les indicamos: tíralo allá en el seto verde o en la entrada de la coladera de la banqueta
, sin el menor pudor ni malestar…
Entonces solemos decir que los mexicanos constituyen un pueblo sucio o incivilizado, como si el de la voz en primera persona no fuera mexicano. Pero muy rara vez cargamos el popote y el vaso de unicel vacío, las bolsitas de plástico, la bandejita que contenía los dulces, aperitivos salados, el helado, el jugo o el café caliente… hasta encontrar los contenedores de uno u otros materiales de desperdicio, que, por otra parte, no son tan comunes en los lugares públicos de la capital mexicana. Tampoco se conservan los recipientes que podrían ser reutilizados en casa o en una excursión…, simplemente se arrojan al paso del transeúnte, donde sea…
Incluso, se encuentran entre las fragantes enramadas de setos recién podados, bolsistas de plástico rellenas de excremento de perro paseador, que no rellenó el perro, pero que limpia la conciencia del dueño del animal al semiesconderlas entre las ramas, cuando sería mejor que el perro abonara con sus desechos la bendita tierra…
Me pregunto si en la nueva educación, los libros de texto, repartidos gratuitamente por un gobierno consciente, contienen prácticas civiles de autorrespeto, el que obligatoriamente pasa por el respeto al prójimo y al entorno compartido, a la naturaleza como ente real del que formamos parte. Si esto fuera así, rescataríamos la conciencia del nosotros
sin un ellos enemigos, porque la oposición
seríamos nosotros mismos, cada uno enemigo de sí mismo si no observa los principios de convivencia social.
Y, por supuesto, esta educación dirigida a los más pequeños, enseñando a tirar la basura en un lugar destinado para ella (que hasta los perros pueden reconocer, si se les entrena),tiene que caer de arriba hacia abajo, de nosotros los adultos hacia nuestro entorno –sin miedo a respuestas agresivas y actuando con el ejemplo que avergüenza al infractor– y sin olvidar que la iniciativa debe estar acompañada por la autoridad electa en las urnas, desde donde deben sembrarse estratégicamente los depósitos de desperdicios y la fuerza civil supervisora, para llenar avenidas, calles, parques…etcétera, a disposición de los peatones. Y sin dejar de estimular a las esforzadas cuadrillas de trabajadores de limpieza oficiales, para que separen los desperdicios de las hojas caídas que no son basura, sino abono natural.
La educación construye al ser humano, a la familia y a la sociedad. ¿Qué pasa entre nosotros que no podemos implantar y aceptar una lógica entre los tres niveles?
El segundo piso de la 4T debe implementar en tres años máximo el hábito ciudadano de colaborar con la limpieza de sus espacios públicos y comunes. No con base en castigos, sino con facilidades ciudadanas y buena comunicación. Incluso en localidades que están en manos de la oposición, como Coyoacán. Que no se escatime la nueva ola civilizatoria de la CDMX
, que tiene mucho de qué enorgullecerse y no debe guardar nada de qué avergonzarse.
Puedo asegurarlo con la mano sobre el fuego: las comunidades indígenas de nuestro país no tiran al suelo los desperdicios. Dirán algunos: porque son tan pobres que no desperdician nada. Pues, entonces, si la solución es eliminar lo superfluo de las mercancías, comamos lo que producimos y dejemos de importar chatarra que sólo enriquece a consorcios multinacionales cuyos productos nos enferman junto con nuestro pueblo, y hagamos un 4T segundo piso, doblemente virtuoso.
Aprovechamos unas líneas disponibles para comunicar a nuestros lectores que finalmente unos compañeros nos van a ayudar a dar seguimiento a la página para reunir todas nuestras voluntades en reconstruir el proyecto de www.cruzadaporlamilpa.mx que la comunicadora no supo activar y poder ofrecer un seguimiento correcto.