í, es una catástrofe anunciada, señaló en su siempre bien informada columna dominical Ángeles González Gamio el pasado 25 de agosto, al referirse a la terrible inundación que desde el anterior 1º de agosto padece Chalco, estado de México. Y sí, una catástrofe que ella anunció hace 16 años con datos precisos. Por mi parte, lo hice en 1983-87 al documentar la expansión de la urbe sobre áreas con severos problemas hídricos. Como el antiguo lago de Chalco, poblado hace más de mil años por grupos prehispánicos.
Nadie nos hizo caso. Y en vez de conservar parte del oriente de la cuenca de México como reserva natural, fue disecada y, con el aval oficial, se establecieron asentamientos humanos irregulares sin los servicios básicos: drenaje, agua potable y energía. Con apenas cavar un metro, tenían su fosa séptica.
A fines de 1970 en el Valle de Chalco predominaban sembradíos de maíz, hortalizas y pequeños rebaños de vacas. Pronto desaparecieron y comenzó la urbanización anárquica con el patrocinio de ejidatarios y fraccionadores profesionales bajo el amparo de las autoridades estatales y de la entonces Secretaría de la Reforma Agraria.
El poblamiento masivo fue en 1983 con familias de Nezahualcóyotl y las delegaciones Iztapalapa, Iztacalco y Venustiano Carranza. Los nuevos asentamientos carecían de nombre. Se incrementó poco después como fruto del terremoto de 1985. Las tolvaneras eran frecuentes y el servicio de agua lo tuvieron durante más de una década por medio de pipas o trayéndola de sitios fuera de la zona.
La mayoría de los nuevos habitantes levantaron sus casas vía la autoconstrucción; no se dejaron áreas de esparcimiento. El negocio inmobiliario ilegal en todo su esplendor con el amparo oficial y del Partido Revolucionario Institucional, el partido gobernante. Ese negocio lo documentó espléndidamente el arquitecto Jorge Legorreta en su libro Efectos ambientales de la expansión de la Ciudad de México (1970-1993), publicado por el Centro de Ecología y Desarrollo.
En él enlista los nombres de los principales líderes fraccionadores
, y cómo cada asentamiento fruto de la invasión o la parcelación y venta de terrenos ejidales y/o comunales, se comunicó con el resto de la urbe por medio de camiones y taxis colectivos. Finalmente era regularizado para cumplir las promesas electorales de los candidatos al Congreso de la Unión, el gobierno de la capital del país y/o el estado de México. O a la Presidencia de la República. Regularización a cambio de votos.
Durante su gira por el oriente del estado de México, el candidato Carlos Salinas de Gortari visitó en 1988 el que en ese entonces era el asentamiento humano irregular más grande del continente, con unos 250 mil habitantes residentes en 22 colonias. Les prometió dotar sus hogares y áreas públicas de electricidad. Al asumir su cargo, lo hizo por medio de Solidaridad, su programa estrelar: escuelas, centros de salud, vivienda digna, agua potable y fuentes de empleo. Con ese programa se proporcionaron materiales para que los pobladores realizaran obras de mejoramiento urbano. En agradecimiento por su apoyo, una de las colonias lleva el nombre del ex mandatario.
El 9 de noviembre de 1994, casi al fin del sexenio salinista, Emilio Chuayffet, gobernador del estado de México, declaró a Chalco como el municipio 122 de la entidad y ejemplo del programa Solidaridad. Pero el agua, que tiene memoria, se ha encargado el último medio siglo de mostrarnos, una vez más, el absurdo de tratar a la naturaleza como un bien que puede ser moldeado al gusto de los funcionarios, los agentes inmobiliarios o las familias necesitadas de un sitio para edificar su vivienda.
Ahora Chalco y colonias vecinas viven la enésima inundación de sus viviendas, calles, negocios, centros de salud, escuelas. La primera que documenté y señalé sus causas, fue en 1991. Algunos funcionarios de entonces la calificaron de amarillista
. No hicieron nada para evitar las futuras, pese a que las instancias oficiales sabían perfectamente el origen de las inundaciones. Y la forma de paliarlas lo más posible. En este sexenio tampoco hicieron lo correcto. Las intensas lluvias, el drenaje obsoleto y lleno de basura, no son los principales culpables del drama que viven miles de familias. Hay otros que vale la pena mencionar en otro artículo.