El derecho de comer
l hambre como estado biológico crónico está asociado a la pobreza, sobre todo en la niñez. De acuerdo con datos del Unicef, unos 21 millones de nuestros infantes pasan hambre. En México viven 40 millones de niñas, niños y adolescentes, que representan 35 por ciento de la población total, y de su crecimiento y desarrollo depende el futuro del país. De ellos, 51 por ciento viven en pobreza y pobreza extrema.
A pesar de que México ratificó en1990 la Convención Internacional de los Derechos de la Niñez, y aunque contamos con la Ley General de los Derechos de Niñas, Niños y Adolescentes desde 2014, la realidad no ha mejorado para la infancia pobre: subsisten enormes obstáculos que impiden el acceso igualitario a sus derechos y que dejan millones de menores al margen de ellos, en condiciones de extrema vulnerabilidad.
La atención a la niñez de cero a cinco años es clave para su futuro, porque en esa etapa de la vida el cerebro crece más rápidamente (90 por ciento a los cinco años de edad); se estima además que del nivel de inteligencia que se puede tener a los 17 años, 50 por ciento está ya fijado a los cuatro años. Nutrición, estimulación y aprendizaje forman la triada del desarrollo mental. Uno de cada ocho menores de 5 años presentan en México una talla muy baja para su edad. La falta de una dieta nutritiva diaria está asociada con más de la mitad de muertes infantiles en todo el mundo. La tasa de mortalidad infantil, que significa número de niños muertos antes de cumplir un año por cada mil nacidos vivos, es: México 16.5, Chile 9.1, EU 5.9, Francia 3.9, España 3, Finlandia 2.2 y Japón 1.8.
Todavía no existe la fórmula para calcular cuántos niños sobreviven vulnerados por cada uno que muere por desnutrición. Pero se sabe que desde hace décadas ya existen y se multiplican generaciones de mexicanos débiles físicos y mentales
por desnutrición, según me confiaron con preocupación los científicos más destacados en el tema ( Proceso número 552).
Padecemos una ceguera social que nos impide preocuparnos políticamente por la niñez: comprender que una infancia dañada significa una condena para toda la sociedad. La democracia se funda en la niñez con igualdad de oportunidades: nutrición, educación y protección amorosa real. Por el bien de todos, primero los niños. Infancia es destino social.