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Penultimátum

Elizabeth Taylor, acallada por la misoginia

E

s el documental más exitoso en Estados Unidos y Europa. Lo produjo HBO con el título Elizabeth Taylor: The Lost Tapes (Las cintas perdidas) y lo dirige Nanette Burstein. Y no es para menos, pues en él se analiza la vida, la carrera fílmica y la misoginia a la que se enfrentó la actriz cuya belleza cegadora fue celebrada durante décadas.

El documental se basa en las 40 horas de entrevistas que Taylor concedió a Richard Meryman, de la revista Life, a quien después le sirvieron para elaborar el libro sobre la actriz que publicó en 1965. Al morir Meryman, en 2015, se creyó que estaban perdidos los materiales sobre la extensa conversación que tuvo con la estrella cuando estaba en la cumbre de su fama.

Pero no fue así, y Burstein los aprovechó y redescubrió la voz juguetona, entrañable, a menudo complicada y apasionada de Taylor; también dijo cosas que ella no podía.

La historia de Taylor la definieron principalmente hombres: desde los directores que la presentaban como objeto de deseo, hasta los reporteros que la encuadraban como símbolo sexual.

Su biógrafo, Richard Meryman, cae en el sexismo más desaforado al calificarla de diosa del sexo. La respuesta que le dio la Taylor es clara: “¡Pones tanto énfasis en lo de la ‘diosa del sexo’! Sé que soy actriz y sé que soy mujer, y estoy muy orgullosa de ser mujer”.

En el documental, Burstein muestra a la actriz con todo su glamur, a la que apareció tan fogosa y sin filtros en ¿Quién teme a Virginia Woolf?, pero también a la que no podía referirse públicamente a las costumbres represivas de su tiempo. Tenía que fingir que estaba contenta con los papeles más tradicionales, refiere Burstein. Hubo un tiempo en el que Taylor consideró dejar la actuación para dedicarse a ser buena esposa. Pero no lo logró.

El crítico Radheyan Simonpillay compara la época sobresaliente de quien encarnó en el cine a Cleopatra (su papel más famoso), con la actual, cuando Taylor Swift impone su ley en la música.

Ambas aduladas, exitosas, libérrimas en sus relaciones amorosas y por eso criticadas severamente en los medios. Pero hoy “Taylor Swift puede públicamente decir: ‘Esto está mal, hay que cambiarlo’”. A Elizabeth Taylor se lo impidió el opresor medio machista en que vivía.