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Crisis hegemónica y golpismo
L

as dimensiones de la crisis de hegemonía que vive Estados Unidos son variadas y con distinta intensidad, algunas veces dando la sensación de desastre nacional, contexto en el cual las relaciones con sus vecinos del sur, América Latina y el Caribe, guardando la tradición, se vuelven difíciles y confrontativas, utilizando los varios dispositivos diplomáticos, militares, mediáticos y comerciales que tiene a su alcance.

Xiomara Castro, presidenta de Honduras, denuncia un plan golpista para desestabilizar a su gobierno utilizando a las Fuerzas Armadas. El canciller Enrique Reina, habló de un intento de golpe de barracas, un plan para dividir al cuerpo armado hecho que fue propiciado por recientes declaraciones injerencistas de la embajadora de Estados Unidos, Laura F. Dogu, por lo que el gobierno decidió suspender temporalmente el tratado de extradición firmado con EU para que no lo utilice como arma política ( La Jornada, 30 de agosto).

Hay que recordar que ese ejercito jugó un papel clave en el golpe blando en 2009 contra el entonces presidente Manuel Zelaya, esposo de la actual mandataria, por su intento de realizar un plebiscito para instalar una Asamblea Nacional Constituyente.

La agencia de noticias Telesur (3 se septiembre) hace notar que la situación en Honduras no es un caso aislado, sino parte de un patrón más amplio de comportamiento diplomático de Estados Unidos en América Latina.

El golpe de Estado mas típico fue en Bolivia, el cual se preparó desde la embajada de Washington en La Paz, denunció el presidente Evo Morales, a pesar de que su gobierno había expulsado a entes como la DEA y otras agencias de espionaje de EU, éstas encontraron la forma de generar violencia (Miguel A. Velázquez, La Jornada, 16/11/19).

El gobierno de Gustavo Petro en Colombia reitera que se urde un golpe de Estado en su contra, mientras sigue la campaña para deslegitimar el proceso electoral en Venezuela, que ha encontrado a una América Latina confundida, con gobiernos progresistas divididos, una riesgosa derecha vacía y sin programa y un Comando Sur de Estados Unidos que ha intensificado su presencia en Sudamérica, revelando una estrategia multifacética que entrelaza intereses económicos, militares y políticos (Misión Verdad, Geopolítica y recursos naturales en el radar del Comando Sur. Telesur).

En su reciente visita a Chile, tercera en el año, para asistir a la Conferencia Sudamericana de Defensa (Southdec), Laura Richardson, jefa del Comando Sur, aprovechó para señalar a Venezuela (principal reserva de petróleo del mundo) como una amenaza a la democracia, terminando de sepultar el intento del presidente chileno, Gabriel Boric, de lanzar una Estrategia Nacional del Litio (Chile cuenta con 36 por ciento de las reservas mundiales) y comprometiendo al país en una virtual alianza militar al organizar el Ejercicio Naval Multinacional Unitas 2024 (del 2 al 12 de septiembre) con la participación de muchos miembros de la OTAN y que ha contado con la organización de la ministra de Defensa, Maya Fernández Allende, ni más ni menos que la nieta de Salvador Allende, quien encontrara la muerte aquel 11 de septiembre de 1973 en un golpe de Estado apoyado precisamente por Estados Unidos.

Como lo dijeron algunos chilenos en su cuenta X: La izquierda chilena marcando nuevos hitos de indignidad: ¿A qué ha ido la jefa del Comando Sur a Chile? A dar instrucciones a sus gobiernos vasallos y a atacar a Venezuela, por supuesto. Mientras tanto, el gobierno chileno se arrodilla ante los que provocaron la dictadura sangrienta de Pinochet. Boric y su gobierno de cipayos son una vergüenza histórica para los pueblos de América (Paco Arnau, X, 30 de agosto).

Cualquier chileno que conoce la historia no debe normalizar el hecho de que venga una militar que se adjudica el control de Latinoamérica, que en nuestro territorio delibere, junto a otros militares extranjeros, procesos políticos de otros países (Miguel Á. Martínez, X, 30 de agosto).

En México, el presidente Andrés Manuel López Obrador, quien ha intentado desarrollar una relación cordial tanto con el presidente Trump como con Biden, quien le repetía que se reunían en pie de igualdad, tuvo que enfrentar una vasta campaña difamatoria que lo acusaba de narcopresidente, protestar oficialmente contra el programa de financiamiento por parte de su socio a los grupos opositores a su gobierno y recientemente tener que responder a las presiones en contra de su iniciativa de reforma al Poder Judicial Federal, por parte del embajador de EU, Ken Salazar, sobre los riesgos a la democracia lo que el presidente correctamente consideró una inaceptable acción injerencista, declarando que las relaciones con las embajadas de Estados Unidos y Canadá están en pausa. La soberanía de México no está en discusión y no permitiré injerencias extranjeras en asuntos que competen solamente a los mexicanos (Telemundo, 28 de agosto).

Facebook: John Saxe Fernández