Opinión
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Días claves
H

a sido una semana tensa en la relación México-Estados Unidos. Es la reforma judicial, pero también El Mayo, en medio de la transmisión del poder en México, y los días claves de la elección presidencial al norte de la frontera. Dos administraciones cerrando y el factor que recorre Norteamérica es la incertidumbre. Incertidumbre política, económica y social. Comentaba en mi artículo pasado la concentración inédita de efectivo en el fondo de inversión más importante del mundo, el de Warren Buffet. En estos días, otro factor que nos recuerda la aversión del mercado al riesgo político y las suspicacias frente al entorno: el precio del oro, tres veces mayor que hace apenas unos meses. No debemos olvidar que el capital, los mercados, asimilan mejor las malas noticias que aquellas que no conocen; asimilan mejor los golpes que la incertidumbre y hoy eso es lo que sobra en la atmósfera política. Hace apenas un mes, la elección del presidente de Estados Unidos estaba decidida. Joe Biden había tenido un debate de pesadilla y Donald Trump sobrevivió providencialmente a un intento de asesinato. La inmediata convención republicana fue la apoteosis de eso que se autodenomina MAGA Nation, por el acrónimo de Make America Great Again. Pero, hay que reconocerlo, Biden entendió que no podía ganar la partida de ajedrez y cambió de tablero. Cambió por completo el escenario político y hoy las encuestas nacionales promedian tres puntos de ventaja para Kamala Harris, quien desde su encumbramiento como candidata demócrata ha jugado a la perfección sus cartas, eligiendo magistralmente a su compañero de fórmula y haciendo de la convención demócrata eso para lo cual nuestros vecinos se pintan solos: un enorme, emotivo y rentable espectáculo.

La Convención Nacional Demócrata, celebrada en Chicago la semana pasada, recordó varios momentos cumbre de la política estadunidense en el último medio siglo. Bill Clinton dio un dato demoledor: de los 51 millones de empleos creados después de la Guerra Fría en Estados Unidos, 50 han sido en administraciones demócratas. Frente al ataque personal y la burla infantil de la dupla republicana Trump-Vance, fue claro que los demócratas quisieron ponerse en el rol de los que sí saben hacer política, políticas públicas y tienen algo más de sustancia y seriedad que sus rivales.

Por la convención pasaron Hillary Clinton, con quien la historia y la política tienen una deuda; Nancy Pelosi, clave en la decisión de Biden de abandonar la contienda; Tim Waltz, convertido en un rock star con esa mezcla de imagen familiar, coach, maestro y midwestern; Bill Clinton, Oprah Winfrey, y los indiscutibles reyes del show business de la política estadunidense: Barack y Michelle Obama. El presidente número 44 sigue siendo un paradigma de la comunicación política. No ha envejecido un ápice y mantiene este halo de predicador magnético que conjuga con palabras sencillas e historias que resultan familiares. Su discurso esta semana es una verdadera joya para el análisis político, pues habló de la nostalgia, de las familias, pero no en el tono que ha monopolizado Donald Trump, que siempre arguye que ese Estados Unidos ha sido borrado del mapa por los inmigrantes; no, Obama habló nostálgicamente de las familias y de los valores que persisten, que siguen ahí para quien quiera verlos, y de por qué Estados Unidos solamente tiene viabilidad si se reconoce la libertad del otro, se comulgue o no con él.

Con esta antesala, Kamala Harris juró como candidata demócrata ante su familia, y ante millones de mujeres que la ven como un hito más en la ruta de la igualdad social y política. La hija de inmigrantes de Jamaica e India es, al cabo de una generación, candidata –puntera– a la Casa Blanca. Veremos si el momentum le alcanza para remontar desventajas en cuatro o cinco estados clave. El debate del 10 de septiembre podría ser, como si se tratara de un guion digno de Hollywood, el factor que incline la balanza para millones de electores, muchos de ellos indecisos ante la tentación de votar por Trump, no porque se reflejen en él, sino porque piensan que la economía estadunidense caminaría mejor y porque sería más duro e inflexible con el fenómeno migratorio; o aquellos que dudan de los demócratas, de su capacidad de dar resultados, pero que encuentran en Kamala Harris la forma de hacer lo correcto por su país, en una coyuntura de amenaza democrática y regresión a lo más oscuro (racismo, supremacismo blanco, fanatismo) de la historia de Estados Unidos.