Opinión
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El salivazo de Ken Salazar
S

er embajador de gobierno de Estados Unidos, tiene sus bemoles… Resulta ser, sin duda, uno de los representantes extranjeros más distinguidos, tomados en cuenta y, en muchas partes, el que más. Obviamente no puede pasar desapercibido y, a veces, dada la naturaleza prepotente del gobierno de su país, en el que también figura con frecuencia la estulticia, no deja de verse envuelto en dimes y diretes que lo ridiculizan.

Personalmente hace ya casi medio siglo tuve la oportunidad y el privilegio de ponerle piedras en el zapato a uno de los embajadores más mamones que nos han mandado. Como era guapo y artista de cine, aunque muy malo, se sentía la divina envuelta en huevo y hacía gala de ello, pero tenía un punto flaco que exploté varias veces… antes de venir a México había estado anunciando un ron famoso, y este servidor se encargaba de acercarle una botella cada una de las muchas veces que coincidió con él en alguna actividad gastronómica. A la postre quedó catalogado como uno de los peores representantes de Washington que hemos tenido.

Ken Salazar me cae mucho mejor que el tal Gavin, pero el pobre también está a merced de los desfiguros de su gobierno. El último caso es lamentable: el mes de junio se explayó varias veces en público y en privado a favor de la reforma judicial que pretendía el Presidente de México.

Es algo que hace décadas que se pide a gritos. La generalizada corrupción en el gremio se proclamaba por doquier, pero no se había hecho nada en verdad eficiente y decidido para combatirla.

No sé bien a bien si era correcto que un diplomático extranjero, por más mexicanidad que pueda proclamar de su árbol genealógico, se metiera en el tema, pero lo hizo a favor del Presidente...

¿Qué fue lo que pasó? ¿qué empresas estadunidenses de muy grueso calibre sienten pasos en la azotea? ¿qué indicaciones le llegaron de Wall Street vía Washington? Que tuvo que tragar saliva y salir a la palestra a decir todo lo contrario que hace no más de dos meses y medio.

Obviamente están en la memoria todos sus conceptos sobre la inocultable corrupción generalizada en todo el aparato judicial mexicano, con sus excepciones, claro está, de manera que su reciente pronunciamiento en contra de la idea de limpiar la casa y reformar el aparato de punta a cabo, no sorprende en realidad pues de Estados Unidos estamos acostumbrados a cosas peores, pero sí ha llamado seriamente la atención y deja al excelentísimo señor embajador muy mal parado ante la gente seria y responsable de este país.

El viraje del señor Salazar, aunque haya sido contra su voluntad, queda como un hito de la enorme influencia que tienen los grandes capitales en su país, aunque vayan en contra de las supuestamente predominantes clases medias del mismo.

Los ciudadanos gringos son los primeros en manifestar su incomodidad ante la corrupción de ciertos sectores de nuestro país y, con toda seguridad que, si se les preguntara estarían a favor de hacer algo para contrarrestarla. Por otra parte, parece que un sector de la sociedad mexicana lamenta mucho la mordida pequeña, pero no les parece tan mala la corrupción de alto nivel. Pienso en aquella frase de que lo que en el pobre es borrachera en el rico es alegría, es decir: lo que en el pobre es mordida y corrupción en el rico es movimiento financiero.

Volviendo a Ken Salazar, prometo olvidar el papelito que acaba de hacer y en el futuro, cuando se haya ido, recordar muchas otras cosas por las cuales podemos felicitarlo. Si no fuera por este descarrilamiento al que fue sin duda obligado, podríamos decir que es uno de los mejores embajadores que hemos tenido de ese país.