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Hermila Galindo
E

l pasado 19 de agosto se cumplieron 70 años del fallecimiento de Hermila Galindo, una extraordinaria mujer mexicana, pionera del feminismo, cuya vida fue un ejemplo de compromiso con los derechos de las mujeres. Nació el 2 de junio de 1886 en la ex hacienda de Avilés, en Lerdo, Durango. Quedó huérfana de madre a los tres días de nacida y perdió a su padre cuando tenía 16 años. Estudió comercio, taquigrafía, mecanografía, telegrafía y gramática española. Muy joven dio clases en la Comarca Lagunera y trabajó como secretaria en un despacho jurídico en Durango y Torreón.

Desde joven tuvo conciencia de que era necesario un cambio democrático en el país y que había que luchar contra la dictadura de Porfirio Díaz. Al cumplir 20 años entró a una agrupación que reivindicaba el pensamiento de Benito Juárez y era opositora al gobierno. Tuvo un temprano compromiso para luchar por los derechos de las mujeres. Se afilió al maderismo, que luchaba por acabar con la dictadura porfirista. En el gobierno de Madero fue secretaria particular del general Eduardo Hay, colaborador cercano al líder de la Revolución. Cuando el constitucionalismo llegó a la Ciudad de México a fines de 1914, pronunció un discurso en el cumpleaños 55 de Venustiano Carranza, quien le pidió que fuera su secretaria particular.

Aprovechó ese cargo para intensificar su actividad política. Fue la principal propagandista del feminismo durante la Revolución Mexicana y también de las ideas políticas de Carranza. En 1915 dirigió la revista La mujer moderna, donde criticó la condición en que se encontraban las mujeres y promovió la conquista de sus derechos. Proponía que se emanciparan de la religión, librándose de la condición de sometimiento a la que las condenaba el cristianismo; a emanciparse de los hombres, rebelándose a que su destino fuera el matrimonio, y del condicionamiento social, que las confinaba única y expresamente para remendar calcetines y atender el cocido.

Fue una de las organizadoras del primer Congreso Feminista de México, celebrado en Yucatán, bajo el gobierno de Salvador Alvarado, en enero de 1916. En ese congreso se planteó por primera vez no sólo el reconocimiento de los derechos políticos de las mujeres, sino también el derecho a decidir sobre su cuerpo y ejercer libremente su sexualidad. Hermila presentó la ponencia La mujer en el porvenir, en la que expuso sus ideas feministas y propuso la educación sexual, así como reformar la legislación para evitar los abusos masculinos y la indefensión legal en que se encontraban las mujeres. Criticó que las consecuencias de la sexualidad eran inequitativas, pues mientras las mujeres se embarazaban, los hombres fundaban orfanatorios y casas de cuna para remediar sus aventuras sexuales.

Sus ideas sobre la liberación sexual de las mujeres causaron escándalo. Varias la tacharon de inmoral. Se defendió argumentando que no era inmoral conocer sus cuerpos y sus pulsiones y reafirmó la necesidad de impartir educación sexual.

Ese mismo año se celebró el segundo Congreso Feminista en Yucatán. Ahí reiteró sus ideas feministas y expresó:

“Yo, señoras congresistas, laboro por esta tesis: la emancipación de la mujer del estado de abyección en que se encuentra, y de su dignificación, dándole los medios indispensables para confortarla con su alta misión en la sociedad. Estos son mis más vehementes anhelos y a ellos se encaminarán los afanes entusiastas de toda mi vida… busco un alto ideal de libertad y progreso que, poniendo la mujer al nivel del hombre, la comprenda, no sólo nominalmente en la misma ilustración y justicia, sino que le otorgue los mismos derechos y las mismas prerrogativas que se conocen al sexo fuerte.”

Más adelante expresó su condena al matrimonio impuesto a las mujeres como destino:

“Repugno abiertamente que la mujer trafique con su cuerpo, convirtiéndose en una mercancía apreciable en dinero, como repruebo también que la mujer vaya a formar familia con un hombre a quien no quiere y a quien tal vez odia, sólo porque así lo exigen las conveniencias, aunque semejante unión revista la forma de ley, y aunque sea santificada con todas las bendiciones de la Iglesia. Sin amor el matrimonio es un negocio, en lugar de ser el centro de todos los afectos íntimos en donde se cultiven las virtudes y en donde se forjen el alma y el temple de las generaciones del porvenir.

“La mujer en el hogar no tiene ningún derecho; excluida de la participación de la cosa pública, no tiene personalidad para celebrar ningún contrato, no puede ni disponer de sus bienes propios, ni siguiera administrarlos, y está incapacitada para defenderse hasta de los mismos despilfarros del marido… carece de toda facultad sobre sus hijos, no tiene el derecho de intervenir en su educación, y a tal grado está supeditada a la voluntad del esposo, que éste, al morir, puede ordenar que su consorte consulte el parecer de determinadas personas, de tal modo que, si no lo hace, podrá ser privada de la potestad de sus hijos.

“Este es, señoras congresistas, el cuadro de sujeción en que se encuentra la mujer mexicana, sujeción que no me cansaré de repetir, está grabada por su estado de ignorancia, y por su falta de prerrogativas y derechos…”

A 70 años de su deceso, las mujeres mexicanas han avanzado en muchos de los derechos por los que Hermila luchó toda su vida. El mejor homenaje para esta mujer precursora del feminismo es leer y reflexionar sobre su obra.