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¡Fírmeme el libro, por favor!, el clamor de un niño de 7 años

Con él en hombros, su padre se pasó entre la multitud

Enviado
Periódico La Jornada
Lunes 19 de agosto de 2024, p. 7

Monterrey, NL., Fernando Miguel Chávez, un pequeño de siete años, gritaba con desesperación al ver muy de cerca a Andrés Manuel López Obrador: ¡Presidente, Presidenteeeeeee! ¡Fírmeme el libro, por favor!

Con el niño sobre los hombros, su padre se abrió paso entre la caótica muchedumbre para tratar de acercarlo hasta donde el mandatario federal saludaba a cientos de simpatizantes.

¡AMLO, AMLO!, vociferaba el niño. Tenía en sus manos un ejemplar de ¡Gracias!, el más reciente libro del jefe del Ejecutivo.

El pequeño y su familia viajaron el sábado desde el municipio de García, a más de 36 kilómetros de la capital de Nuevo León, con la esperanza de obtener la rúbrica del mandatario.

El fin de semana, una convención de cocineros saturó y encareció los hoteles de Monterrey, por lo que a falta de un espacio económico durmieron en la Macroplaza, a la intemperie.

Con el apoyo de su padre, Juan Diego Chávez, Fernando se acercó hasta la valla por la que el mandatario se retiraría tras encabezar una evaluación del programa Jóvenes Construyendo el Futuro, en la Explanada de los Héroes, en el centro de esta ciudad.

A empujones y con muchas dificultades, lograron llegar casi frente al mandatario. ¡Fírmeme el libro!, insistió el menor.

En ese instante, el Presidente se dio media vuelta para subir a su camioneta. Fernando rompió en un genuino llanto de decepción y frustración.

Su padre no dejó de insistir, había una última oportunidad. Detectó en qué lugar viajaba y se atravesó entre dos camionetas en un último intento por cumplir el sueño de su hijo.

En medio de la masa, el hombre consiguió llegar hasta la ventanilla por la que se asomaba López Obrador y firmaba, uno tras otro, decenas de libros.

Fernando estiraba su brazo, gritaba, hacía señas, hasta que por fin logró que el mandatario tomara su ejemplar y se lo rubricara.

Al conseguir su objetivo, el niño levantó su puño izquierdo en señal de victoria y su rostro pasó de la decepción a la emoción.

–¿Cómo te sientes? –le preguntaron varios. Las lágrimas y la impresión apenas le permitían articular palabra?

–Muy dichoso… emoción... –respondió.

Después de esto, ya no puedes pedir nada, ni juguetes, le dijo su padre en tono de broma cuando se retiraban. Fernando, que no atinaba a reír o llorar, lo tomó muy en serio: nada, lo juro.