l término woke ha adquirido en los años recientes una clara connotación social y política en Estados Unidos, desde donde se ha extendido por otras partes. Woke es gramaticalmente el pasado del verbo wake, que significa despertar, y ha evolucionado a la denominación de alguien que está consciente e informado de situaciones, inicialmente asociadas con cuestiones de índole racial y, cada vez de modo más general, de aquellas de naturaleza social y política.
Woke se refiere a estar al tanto de la sociedad que nos rodea, a mantenerse alerta y expresarse por la necesidad de cambio ante lo que se percibe como una injusticia. De tal modo, el término apunta a alguien que ha sido ajeno a las cuestiones sociales, pero que despierta
para mirar las cosas de manera diferente. Abarca una serie de movimientos que propugnan por asuntos diversos como pueden ser: la justicia social, la lucha contra el calentamiento global, el antirracismo, el feminismo del #MeToo, en línea con la consecución de un entorno general de igualdad y justicia. Recientemente se ha aplicado a las protestas estudiantiles y sociales surgidas a raíz de los sucesos del 7 de octubre que llevaron a la situación actual en Gaza y a las crecientes tensiones políticas y militares en el Oriente Medio.
Aunque su origen se remonta a la década de 1930 durante los conflictos raciales en Alabama, woke empezó a extenderse en 2014 como parte del movimiento denominado Black Lives Matters. Esta expresión se utilizó en las redes sociales para denunciar la exoneración del hombre blanco que había asesinado a un joven negro en Florida a principios de 2012. Se extendió después a una serie de episodios de violencia en contra de individuos o grupos de población negra en varias ciudades de Estados Unidos, como fue el muy sonado caso de la muerte de George Floyd provocada por un policía en la ciudad de Minneapolis.
El uso de woke se ha extendido, pero su evolución se ha ido complicando también, pues de la intención original de designar una especie de misión social común se ha ido transformando en un término peyorativo asociado con aquellos que muestran una inclinación política de izquierda. De tal modo, woke se usa hoy lo mismo como un reconocimiento que como un insulto.
El asunto es muy debatido en Estados Unidos, y en particular en este periodo intenso de campañas para la próxima elección presidencial entre Trump y Harris el wokeismo está presente, sea como una postura validada o rechazada políticamente. El término es muy controvertido. La señora Harris aboga expresamente por ser y por mantenerse woke, lo que ha provocado la respuesta crítica de los grupos conservadores y, directamente, de Trump, pero también se rechaza entre ciertos grupos de los simpatizantes del Partido Demócrata. Así, la referencia es ya parte del mismo debate político, aunque su sentido no sea necesariamente preciso. El senador J. D. Vance, nombrado por Trump como candidato a la vicepresidencia para la elección de noviembre, ha promovido el uso de un cuestionario diseñado para identificar si aquellos que han sido nominados para ocupar altos puestos en el Departamento de Estado son, según su estimación, demasiado woke y, por ello, podrían comprometer las posiciones e intereses de su país en asuntos internacionales, lo que tiene un aire a macartismo.
Esto ocurre en el marco de una tendencia antiwoke que ha ido en aumento y tiende a desmerecer las causas consideradas progresistas. Así aparece de modo expreso en sectores de la derecha, pero la postura crítica se ha ido extendiendo también por el lado de la izquierda y en desacuerdo con el protagonismo de esa tendencia, con aspectos que consideran excesivos, o bien, por el carácter particular de algunas posturas, lo que se denomina como su falta de universalismo. Algunos grupos cuestionan, por ejemplo, lo que consideran el efecto adverso que el transgenerismo representa para el movimiento del feminismo.
En una nota de Tom Avendaño publicada en El País en julio de 2022 se advertía de la “pasmosa elasticidad que ha adquirido este anglicismo que… significaba cobrar conciencia de la desigualdad y otras formas de injusticia social… Era una palabra para la sensibilidad que acabaría definiendo nuestros tiempos. Pero tenía también la tara de expresar una sensibilidad y no una ideología: no ofrecía una definición exacta y por tanto se podía parodiar”. El frente está abierto para considerar a las posturas políticas liberales o progresistas como extremas e incluso irracionales; un espacio más para la confrontación.