Opinión
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Aprender a morir

No dejar entrar al viejo

E

xisten seres humanos cuya capacidad de aprendizaje convierte a la vida en la mejor maestra posible, capaz de construir y moldear el carácter y la voluntad de quien sabe escuchar y poner en práctica sus enseñanzas.

A los ocho años de vida, Alfonso Galindo quedó huérfano, convirtiéndose en involuntario niño de la calle y yendo a parar al internado de una escuela de religiosos franciscanos. Luego de permanecer ahí durante los siguientes ocho años, a los 16 vuelve a enfrentarse a la vida, deambula por el país y desempeña los más variados trabajos, hasta establecerse cuatro años después en la Ciudad de México, donde trabaja en The Mexican Light and Power, Co, luego Luz y Fuerza del Centro y finalmente Comisión Federal de Electricidad. Le exigen estudiar por las tardes y, mientras sigue trabajando, termina la secundaria y la preparatoria.

A los 22 años Alfonso contrae matrimonio y forma un hogar donde nacen dos niños y una niña. Ingresa a una compañía químico-farmacéutica en el área de comercio exterior y, como lo había hecho con anterioridad, por las tardes realiza estudios sobre legislación aduanal y tarifas arancelarias de importación y exportación en la academia de la Secretaría de Hacienda. A los pocos años queda viudo y se hace cargo de sus pequeños hijos. Animado por ellos funda las empresas Aduanas y Transportes Internacionales (Adoc) en el Aeropuerto de la Ciudad de México, y Domar, en Veracruz, Guadalajara y Laredo, Texas.

En pocos años llega a ser presidente de la Asociación Mexicana de Agentes de Carga y de la de empresarios de Iztapalapa, es miembro de Coparmex, vice-presidente de la Asociación de Importadores y Exportadores de la República Mexicana (Anierm) y vicepresidente de la Asociación Latinoamericana y del Caribe de Agentes de Transportes Internacionales (Alacat), situación que lo lleva a viajar por toda América Latina para celebrar acuerdos. La Dirección de Aduanas de Estados Unidos lo invita a dar conferencias sobre transporte y comercio internacional en la región. Forma parte del grupo de asesores de la Presidencia en los gobiernos de Carlos Salinas de Gortari y de Vicente Fox. Los hijos de Alfonso ya están preparados para hacerse cargo de sus empresas, por lo que el hombre decide avecindarse en Tepeji, Hidalgo, donde levanta una casa y adquiere un predio que destina a la siembra de productos hortícolas para surtir su nuevo giro: un restaurante en la misma Tepeji.