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No sólo de pan...

De mover un paso al frente contra el miedo

U

na colega francesa me dijo esta frase: si yo fuera mexicana, no facilitaría, sino que incluso impediría, que mis conciudadanos desertaran de su compromiso con nuestro país. Discutimos y perdí. O más bien gané, cuando me demostró que nuestros conciudadanos, como los suyos, son gente apegada a la tierra de sus orígenes, lengua, costumbres, comida, por supuesto, y que emigrar es un paso doloroso desde el principio y el resto de su vida; pregunten a sus hijos sobre esta nostalgia, en caso de que no hubieran podido volver al terruño de sus orígenes… Ciertamente, le di la razón y evocamos casos conocidos por ambas, hasta la depresión. ¿Por qué tener un país de dimensiones y tradiciones como México que gana a Francia en expulsión de ciudadanos, siendo una falsa competencia comparar las dos poblaciones, fuera de su profundo arraigo y solidez de tradiciones, cuya raíz e identidad están en los respectivos sistemas, incluidos sus defectos económicos y políticos? ¿Por qué perder ciudadanos irremplazables, cuando aquí está gritando la tierra por su cuidado, cultivo y restauración, en una cadena virtuosa de producción que la Colonia española destruyó y los mexicanos mentalmente colonizados seguimos destruyendo?

Si la que esto escribe pensó y escribió, desde hace un lustro, que el programa Sembrando Vida estaba desplazado de nuestra realidad, como es pagar para utilizar el trabajo campesino en producir mercancías para el extranjero, a sabiendas de que sus salarios sólo servirían para comer chatarras importadas o lucir objetos aspiracionistas, hubo un momento en que pude comprender que tal vez era necesaria una transición, no sólo, para ir tapando hoyos en lo inmediato, sino también para mover las fichas de un juego político y económico imposible de imaginar desde mi nivel; pero, ahora, tras haber aprendido lo inimaginable en el arte de presidir con éxito el juego de un país como el nuestro ante los desafíos que todos vimos resolver bajo la batuta de Andrés Manuel López Obrador, hoy día, a pocos de la Despedida que ya lloramos la mayor parte de los mexicanos, es indispensable que el programa Sembrando Vida, aun sin perder su nombre y en etapas, se reformule como una cruzada para recuperar la tierra de los ejidos y comunidades con le fin de entregarlas a sus legítimos herederos y siempre y cuando estén dispuestos a dejar de lado los monocultivos para la exportación y se vuelquen sobre los policultivos regionales, cuyos productos NO SON estrictamente mercancías, aunque sus excedentes, una vez saciadas las necesidades de los productores y del mercado interno, podrían exportarse como artículos-comestibles de lujo.

Sin duda habrá trabas, pero la resucitación de los nombres de mujeres y hombres que nos dieron patria como telón de fondo del diario informar y apapachar a los y las mexicanas, presta el valor para exigir a los máximos dirigentes (porque están hechos de buena pasta y almas) que el nuevo sexenio se imponga como metas: 1) recuperar la identidad de pueblo hermoso, saludable y creativo, a través de devolverle su alimentación tradicional; 2) recuperar los saberes y formar a las nuevas generaciones en la policultura del maíz, secretos que discriminamos como si fuéramos extranjeros a nosotros mismos… y 3) recuperar la propiedad y explotación colectiva de la tierra, que va unida a rituales, modos y costumbres ancestrales, dejando de usar éstas reinterpretadas como atracción de feria, permitiendo que las sucesivas generaciones evolucionen a su manera en un mundo que siempre les ha mostrado el camino del progreso personal, pero destruyendo las premisas del cómo hacerlo a su manera e infiltrando la supremacía de mestizos y criollos en sus conciencias. Porque basta de enviarlos al extranjero, cuando aquí hay muchísima tierra para ser trabajada amorosa y productivamente. Somos muchísimos los dispuestos y dispuestas a entrar al campo a aprender en vez de sacar a los campesinos para supuestamente enseñarles a vivir.

www.cruzadaporlamilpa.mx