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Me comprometo a poner hasta la vida misma para servir al pueblo

La senadora Ifigenia Martínez atestiguó el resultado de su larga lucha como mujer en la política

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▲ Claudia Sheinbaum, presidenta electa, estuvo acompañada por su esposo, Jesús María Tarriba.Foto Luis Castillo
 
Periódico La Jornada
Viernes 16 de agosto de 2024, p. 5

En el salón de plenos del Tribunal Electoral del Poder Judicial de la Federación ayer se llevó a otro nivel el lema de campaña, la frase de un discurso o la definición de un ejercicio de gobierno. A las 12:45, Claudia Sheinbaum recibió ahí el pergamino en el que se le proclama presidenta electa, la primera en 200 años del México independiente, y entonces la expresión se materializó: sigamos haciendo historia.

Con una enorme sonrisa que reflejaba satisfacción, alegría y timidez tomó el documento frente a quienes ha designado integrantes de su gabinete, la clase política del movimiento que la postuló; de aquellos que contendieron por la candidatura en el proceso interno y sin faltar, como siempre, aquellos que han hecho del oportunismo ecologista su modus vivendi.

En el otro lado del recinto de la sala superior, donde se efectuó la sesión solemne para convertirla en presidenta electa, estaban los representantes de los poderes e instituciones de la República. En medio de la revuelta desatada por la anunciada reforma judicial, destacaban en las primeras filas la ministra presidenta de la Suprema Corte de Justicia de la Nación, Norma Piña, y el resto de integrantes del pleno.

Al conjuro de la historia y las formas republicanas, todos ellos escucharon el primer mensaje de Sheinbaum como presidenta electa: justicia en el sentido amplio de la palabra significa justicia social, ambiental, justicia para las mujeres y también para el pobre, para el rico, es decir, el pueblo también decidió mayoritariamente un verdadero sistema de justicia, que sea igual para todas y para todos los mexicanos.

El discurso suscitó encendidos aplausos de la mayoría de los presentes, con la excepción del ala dura de los ministros de la Corte. Con el rostro adusto, no hicieron el menor gesto de reconocimiento como para dejar claro que, para ellos, las formas republicanas tienen límites. Si acaso, apenas se vio un tímido aplauso de la presidenta Piña, en contraste con las entusiastas palmas de las ministras Lenia Batres, Yasmín Esquivel y Loretta Ortiz.

Otro momento de realismo político, en el impasse republicano que representó la ceremonia, fue clara la referencia de la presidenta electa a la inminente resolución para la conformación del Legislativo. El 2 de junio el pueblo de México también plasmó su voluntad para la composición del Congreso de la Unión y es clara la norma electoral. Así, de una pincelada, ella les dejó sentir todo el peso de la importancia estratégica de esa decisión en su proyecto.

En las primeras filas, su familia atestiguaba el histórico momento. En esa hilera destinada a los más allegados, también se abrió espacio para una leyenda viviente del movimiento: la senadora Ifigenia Martínez. Llegó con paso lento para atestiguar el resultado de su larga lucha como mujer en la política desde aquellos años de la ruptura del sistema con la Corriente Democrática que precedieron al salinato y el esplendor neoliberal, oficialmente liquidado en este sexenio.

También estuvo presente una legendaria figura de las letras nacionales: Elena Poniatowska.

Es un honor, estar con Claudia hoy

Al mediodía, Claudia Sheinbaum llegó acompañada de su esposo. No hubo tumultos en la entrada. Quizá para no caldear más el ambiente por la anunciada reforma judicial, el movimiento decidió llevar su fiesta a otro lado, lejos de ese recinto, que forma parte de las entrañas del Poder Judicial. Apenas llegó medio centenar de simpatizantes, quienes coreaban: es un honor, estar con Claudia hoy, para silenciar los gritos de media docena de opositores, que condenaban una presunta elección de Estado.

A las puertas del salón de sesiones ya esperaban a Sheinbaum magistrados del TEPJF, encabezados por la presidenta Mónica Soto. Esta vez, ellos depusieron su agria disputa intestina para recibir a quien presidirá la nación dentro de 46 días.

De impecable vestimenta blanca, la ex jefa de Gobierno escuchó el largo discurso de Soto, en el cual ofreció algunos datos que daban cuenta del carácter histórico de la sesión solemne: doctora Claudia Sheinbaum Pardo, primera mujer en asumir el mandato supremo de nuestra República, después de 200 años y 65 hombres en el cargo. Será una de las 26 gobernantes en el mundo y se sumará a las cinco que lo hacen América Latina.

Sheinbaum arrancó su alocución con palabras para ellas: las mujeres heroínas de nuestra patria, las visibles; pero también las millones de mujeres invisibles de generaciones y generaciones, que han hecho posible que consigamos este alto reconocimiento.

Sin embargo, en esos 15 minutos, no olvidó realzar al principal líder del movimiento que hoy la tiene a punto del más alto cargo de la República: el presidente Andrés Manuel López Obrador. Habló en términos de coincidencia plena con él, del humanismo, de los derechos sociales, de la fraternidad, de la construcción del estado del bienestar como eje de su gobierno.

Y de nuevo, como en estos seis años, exorcizó aquellos males que han agobiado al país: no más neoliberalismo, nunca más otra guerra contra el narcotráfico.

Fue un discurso sobrio, breve y puntual que rubricó con la ratificación de su compromiso: “Estaremos a la altura de las circunstancias y de nuestro hermoso y glorioso pueblo.

Hago el compromiso de no defraudar, y de poner todo mi empeño, mi conocimiento, mi corazón, mi esfuerzo, mi voluntad y hasta la vida misma para servir a mi patria y a mi pueblo.

A las 12:57 concluyó la sesión solemne. Se había roto al fin el techo de cristal para la mujer en México. Habemus presidenta electa.